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“I can’t breathe!”

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

Son miles los que están en las calles, desafiando a la autoridad al mismo tiempo que a la pandemia que acecha desde hace varios meses. La causa es la misma desde hace años, décadas, que se engrosa con nombres en todo el mundo; que toma una nueva bandera cada cierto tiempo. La causa que no detiene un virus, así de fuerte. La causa que, tristemente, no caduca. Y qué mejores ejemplos que los vistos en los últimos días.

Mientras de este lado del mundo ciudadanos en distintas locaciones de Estados Unidos cumplieron una semana alzando la voz tras el asesinato de George Floyd, en México conocimos dos casos. Y del otro lado del planeta, en el Viejo Continente, recordaron que allá también hay razones para la protesta.

En el país gobernado por Donald Trump, el caso de Floyd acabó con la monotonía del confinamiento y las noticias sobre el covid-19. Un hombre de 46 años murió tras ser asfixiado durante su detención, sus características físicas coincidían con la de un sujeto acusado de pagar con un billete de 20 dólares falso. Sucedió en Nueva York y, tras casi nueve larguísimos minutos, finalmente su vida se apagó al grito de “I can’t breathe!”. Lo ocurrido después ya se anota en estos históricos días. Marchas, protestas, actos vandálicos y el repaso de un pasado que ha sido injusto con la comunidad afroamericana. El movimiento Black Lives Matter tomó fuerza en un país que hoy se vive en el centro de la provocación gracias a un presidente que no desaprovecha la oportunidad para volverlo todo alimento electoral: “Washington, D.C. es ahora la ciudad más segura del planeta...”, escribió ayer en Twitter, 48 horas después de que las manifestaciones por la muerte de Floyd llegaron a los alrededores de la Casa Blanca y a un día de advertir que enviaría a la milicia a las calles si las movilizaciones no paraban. Más de 40 ciudades con toque de queda, mil 400 detenidos, organizaciones y hasta celebridades pagando fianzas; periodistas agredidos.

En México se reveló el video de un hombre en Tijuana que murió el 29 de marzo pasado. La causa de muerte, la misma que Floyd, aunque dos meses antes: asfixia, estrangulamiento, según el peritaje oficial de la Fiscalía local. Informaron que el hombre, de nombre Oliver, fue detenido por comportamiento agresivo en una gasolinería, infirieron que estaba bajo el efecto de alguna sustancia. Uno de los oficiales que participó en la operación colocó el pie sobre su cuello. Aseguran que, tras abrirse una carpeta de investigación por homicidio, fue separado de su cargo, pero el caso quedó ahí. También conocimos el momento en que un operativo de rutina se salió de control en Guanajuato. Otra vez, un hombre fue sometido cuando un policía de Tránsito de San Luis de la Paz colocó un pie sobre su cuello. Luego le llovieron golpes. Por fortuna, el hombre no murió.

Y en Francia, ese otro lado del planeta donde habita el imaginario de un mundo de primera, miles de personas aprovecharon la coyuntura que el caso de George Floyd colocó en la agenda mundial y en coincidencia por un nuevo informe sobre la muerte de Adama Traoré en 2016, un joven afroamericano de 24 años que murió tras ser arrestado. A cuatro años, un informe oficial descartó responsabilidad a los policías que lo detuvieron; pero justo ayer un dictamen independiente concluyó que su muerte fue producto de los golpes que recibió.

Casos de abuso policial que pudieron haberse evitado y que muchas veces encuentran su cruce con heridas históricas que no han cerrado; como el racismo. Eso merece un texto aparte.

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