Ceda el paso

Silvano Espíndola

Silvano Espíndola

Ornitorrinco

“Ésta será, seguramente, la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes”. Con este impresionante introito comenzó el presidente Salvador Allende el que efectivamente acabó siendo su último discurso antes de morir, mismo que se transmitió en vivo, un martes 11 de septiembre de 1973. Aquel día, Augusto Pinochet derrocó al gobierno democrático con un golpe de Estado militar y, con el apoyo encubierto del gobierno de Estados Unidos, que lo había entrenado en su Escuela de las Américas (una institución militar donde se formaba a oficiales latinoamericanos en tácticas de contrainsurgencia y guerra psicológica), instauró la derecha política. Su dictadura duró 17 años, caracterizada por la represión, violaciones a los derechos humanos y la implementación de un modelo económico neoliberal.

Más adelante, durante aquél mismo discurso, Allende también hizo una predicción: “Superarán otros hombres este momento gris y amargo”. Y así fue. En 1988, finalmente se volvieron a celebrar elecciones presidenciales. Tras el régimen militar, triunfaron los proyectos de partidos políticos de centro-izquierda, de 1990 a 2010. Visto en perspectiva, esto significa que, tras prácticamente dos décadas de dictadura militar de derecha, vinieron dos décadas de gobiernos de centro-izquierda. A partir de 2010, comenzó un periodo de alternancia entre izquierda y derecha: Coalición de derecha (2010-2014), retorno de la centro-izquierda (2014-2018), regreso de la coalición de derecha (2018-2022), vuelta de la izquierda, aunque más radical, con el actual Presidente, Gabriel Boric (2022-2026), quien gobernará hasta marzo del próximo año, cuando cederá su puesto a José Antonio Kast, el candidato que, según se dice, representando a la ultraderecha, acaba de ganar las recientes elecciones en aquel país. Parece claro que existe un patrón de sucesión al estilo de un péndulo, el cual, contra más alcanza un extremo, con mayor fuerza vuelve al lado contrario.

Este año, con los triunfos de la derecha en Bolivia, Honduras y Chile, ésta gobernará en 11 países: Argentina, Bolivia, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y República Dominicana. Por su parte, la izquierda lo hará en ocho: Brasil, Colombia, Cuba, Guatemala, México, Nicaragua, Uruguay y Venezuela. Ante la perspectiva de que pudiera estar comenzando a bajar la “Marea Rosa”, la mandataria mexicana recientemente declaró: “Creo que es un momento de reflexión para los movimientos progresistas (de izquierda) en América Latina y por qué se dan estas circunstancias”, pero enseguida, apostilló: “Yo creo que esto no se va a dar en México, porque hay mucho apoyo popular”. Si algo ilustra el análisis histórico del caso chileno es que esta última aseveración, sin cortapisas, simplemente no es factible. En su mismo discurso, Allende también dijo: “Mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. Esto quiere decir que entendió un principio básico: en política, nada puede ser eterno. En otras palabras, todo proyecto tiene un ciclo de madurez y, en algún momento, necesariamente habrá alternancia, lo cual se corrobora cuando aplicamos la visión panorámica que nos permite identificar que los países democráticos, efectivamente, han considerado el cambio, y más radical cuanto más extremos son los proyectos, como el método para avanzar hacia ese mejoramiento de su sociedad. Sencillamente, parece ser algo ineluctable.

 

SENTENCIA

Es sabido que Winston Churchill, el afamado estadista, consideraba que la libertad de pensamiento y las diferencias de opinión abonaban el terreno de la democracia y prevenían su degeneración hacia el autoritarismo. Seguramente, por eso se le atribuye a él, aunque sin demasiado rigor histórico, la siguiente sentencia: “La alternancia fecunda el suelo de la democracia. Sin alternancia en el poder, la democracia no existe”.

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