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Reflexiones sobre la regulación de armas en Estados Unidos

Roberto Velasco Álvarez

Roberto Velasco Álvarez

Puentes y cruces

El 7 de abril pasado, la administración del presidente Biden puso en marcha una serie de nuevas medidas para atender un viejo problema estadunidense: la ausencia de regulación para el acceso a armas y municiones de alto calibre. Destaca la regulación que busca frenar las armas fantasma —es decir, kits para la fabricación de armas caseras—, así como el desarrollo de legislación modelo de focos rojos que permitiría a las autoridades impedir, temporalmente, el acceso a armas de fuego a personas en crisis. Entre las nuevas medidas, también sobresale el nombramiento de David Chipman al frente de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por sus siglas en inglés).

Vale la pena también señalar las propuestas que se analizan en el Congreso estadunidense en la materia. Destacan las iniciativas que establecen mayores controles de verificación de antecedentes de los posibles compradores de armas (H.R.8, H.R 1446 y S.529). El respeto a los asuntos internos de otros países es, por supuesto, un pilar constitucional de nuestra política exterior. Sin embargo, se trata de un debate con importantes implicaciones en la seguridad de nuestro país y de la región. Desde ese ángulo apunto aquí algunas reflexiones.

Los efectos nocivos de la regulación en la materia, o falta de ésta, son cada vez más evidentes. Destaca, por supuesto, la matanza xenófoba sucedida en agosto de 2019 en contra de personas mexicanas y de origen hispano. Aquella tragedia en El Paso, en la que fallecieron 23 personas, fue llevada a cabo por un hombre cuyo propósito era explícitamente el de asesinar a individuos con base en su origen étnico. La matanza detonó un debate sobre la regulación de armas, sobre todo de alto calibre.

Los tiroteos con rifles de alto calibre —diseñados para maximizar el número de personas asesinadas, propio de un escenario de guerra— son un ejemplo evidente de los efectos nocivos de la amplia disponibilidad de este tipo de armas. Por desgracia, hay otro efecto devastador que pasa mayormente desapercibido en el debate público estadunidense: la disponibilidad de armas y municiones ha abastecido al crimen organizado en México y en América Latina.

La situación de violencia en nuestro país y en la región es, al menos parcialmente, otro efecto secundario de la ausencia de regulación de armas y municiones en Estados Unidos. Los datos ponen en evidencia la situación. De acuerdo con un reporte recientemente actualizado de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO, por sus siglas en inglés), se estima que 200,000 armas de fuego ingresan ilegalmente desde Estados Unidos a México. Cuando menos, 70% de las armas recuperadas en México provienen de ese país, particularmente desde Texas y, en menor medida, de Arizona y California.

La regulación de armas ha sido una prioridad del presidente Biden, como senador y como vicepresidente. Los primeros pasos de su administración en este rubro son prometedores. Como comentó el presidente López Obrador, damos un seguimiento puntual a las iniciativas legislativas en la materia, mismas que celebramos. Estamos listos para avanzar, desde el respeto y la responsabilidad mutuas, en una agenda renovada que ponga fin al trasiego de armas, pero que también aborde el crimen transnacional desde una mirada más amplia y centrada en resultados cuantificables.

 

                *Abogado y maestro en políticas públicas. A cargo
                de dirigir la política para América del Norte de la SRE

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