En AL la izquierda gobierna a 384 millones de personas

Ricardo Peralta Saucedo
México correcto, no corrupto
En el escenario político latinoamericano actual se sostienen tres bastiones estratégicos del progresismo social cuya permanencia resulta determinante para el equilibrio regional: México, Brasil y Colombia. No se trata de una coincidencia ideológica circunstancial, sino de una realidad demográfica, jurídica y social que explica el peso específico de la región en el mundo contemporáneo.
México cuenta con aproximadamente 129 millones de habitantes; Brasil suma alrededor de 203 millones y Colombia cerca de 52 millones. En conjunto, estos tres países concentran 384 millones de personas, gobernadas bajo proyectos que colocan a la política social, la rectoría del Estado y la soberanía nacional como ejes centrales de la acción pública. Pocas regiones del planeta reúnen una masa poblacional de esta magnitud bajo gobiernos con una misma orientación social.
Los beneficios para la población no son abstractos. En México, la política social ha significado ampliación de derechos, fortalecimiento del salario mínimo, pensiones universales para adultos mayores, apoyos directos a jóvenes y un énfasis renovado en la soberanía energética y alimentaria. Todo ello ha permitido reducir brechas históricas y devolver al Estado su papel como garante del bienestar colectivo, sin intermediaciones ni condicionamientos externos.
En Brasil, el progresismo ha retomado una agenda centrada en la reducción de la pobreza, el combate al hambre, la protección ambiental y la reactivación económica con inclusión social.
Programas de transferencia directa, políticas de empleo y el fortalecimiento de servicios públicos han permitido reincorporar a millones de personas al circuito económico formal, al tiempo que se recupera el prestigio internacional del país como actor soberano y responsable.
Colombia, por su parte, ha avanzado en políticas de paz, inclusión social y reconocimiento de derechos históricamente negados, particularmente en zonas rurales y comunidades marginadas. La inversión social, la atención a víctimas y la búsqueda de un desarrollo menos excluyente han comenzado a traducirse en mayor cohesión social y en un Estado más presente en territorios antes abandonados.
Desde una óptica jurídica y sociológica, este bloque demográfico constituye un contrapeso real frente a la derecha conservadora, que en distintas etapas del continente se distinguió por el entreguismo, la privatización de sectores estratégicos y la subordinación de las decisiones públicas a intereses económicos extranjeros. Frente a ello, el progresismo ha reivindicado el patriotismo, la soberanía y la función social del derecho como instrumentos de estabilidad y desarrollo.
México ocupa un lugar particular en esta ecuación. Su tradición histórica de no intervención y libre determinación de los pueblos, su peso demográfico y su influencia regional lo colocan en una posición de liderazgo que obliga a actuar con dignidad y firmeza. En un contexto internacional marcado por presiones externas y reacomodos geopolíticos, sostener estos principios no es un gesto simbólico, sino una responsabilidad histórica.
Esta reflexión trasciende la política institucional y llega al ámbito familiar. Las decisiones de país impactan en el empleo, la educación, la seguridad y la dignidad cotidiana de millones de hogares.
Entender el momento histórico que vive América Latina es también entender el lugar que cada familia ocupa en la defensa de su futuro.
Que esta Navidad sea un espacio para la reflexión serena. Feliz Navidad, con el deseo de que México y la región sigan avanzando con valentía, dignidad y respeto irrestricto a la soberanía y a la libre determinación de los pueblos.