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El largo de tu lengua puede ser el tamaño de tu soga

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

En la época porfiriana, las publicaciones anónimas no podían comercializarse libremente, la difusión de noticias y de opiniones tendrían que estar siempre sujetas al reconocimiento del contenido y la firma. Un dejo de autoritarismo, pero también de hacerse responsable de una afirmación. La dignidad y el honor eran figuras inseparables, la legislación era, entonces, severa para quienes les infringieran.

Con el tiempo, los delitos en contra del honor de las personas se han derogado de casi todos los 33 códigos penales de nuestro país; como último recurso legal ha quedado el jugoso proceso civil del daño moral, ejercitado primordialmente por personas públicas en contra de comunicadores, escritores y periodistas. Una forma de mordaza contra los que denuncian la corrupción y el abuso del poder público.

Pero no se sabe de algún juicio por daño moral donde se demande a figuras “famosas” de medios de comunicación identificados como oficialistas, ellos gozan, aún, del presupuesto público para escribir o hablar de noticias y notas con líneas discursivas prepagadas. Son parte de la nómina estatal, de la estrategia de medios del Estado. Hay quienes, incluso, propician la apología del delito, el odio, el clasismo, el racismo, la polarización sin ningún pudor, se autonombran periodistas ofendiendo al gremio estudioso y responsable, saben que ostentarse públicamente de una profesión, sin cédula profesional, es ilícito, de ética ni hablar, son impunes.

En redes sociales, personajes públicos primordialmente de la esfera política, también entran a la competencia para ver quién transgrede con mayor eficacia la vida privada y familiar de los personajes públicos, quién emite el tuit más ofensivo o morboso, buscan herir carreras y exhibir de manera grotesca otras vidas. Buscando la paja en el ojo ajeno. Todo al amparo del anonimato o de la impunidad, cobardes detrás del teclado.

El poder de la lengua es inconmensurable, el hombre ha podido domesticar animales para tirar un arado o una carreta, se guían kilos con la rienda, pero es complicado domar la lengua y deberíamos acostumbrarnos a sólo proferir virtudes y señalar hechos acreditables.

Bajo un principio: ninguna fuente da agua dulce y agua salada. Hay quienes tienen la responsabilidad de escribir o hablar diario, incluso en televisión, pero ni aun así contarán con el reconocimiento social, la gente los lee y ve sólo por morbo, es el mismo sentido de los que consumen las notas rojas, nada construye, pero les sacia ese apetito.

Así se construye el prestigio público. Ante el embate del abuso de poder, la justicia siempre prevalecerá.

El ejemplo más claro que hoy tenemos es el regreso de la gran Carmen Aristegui a la radio mexicana; admiradores y simpatizantes entramos en júbilo, es una extraordinaria noticia para la libertad de prensa y de expresión del país, pero, primordialmente, para la inteligencia y la cordura social donde hay un enorme vacío.

La nueva era que se inaugura en México, integra estas libertades que nunca más deben ser sometidas por encargo oficial, por argucias legaloides y juicios a modo, por la mordaza oficial autoritaria. O por la detentación de una concesión pública radioeléctrica. La Cuarta Transformación de México, es una realidad, las libertades constitucionales son una de las banderas que se propiciarán desde un sentido de igualdad colectiva, la información de calidad y el establecimiento de bases mínimas de ética y respeto también deben ser reeditadas.

Aprovecho estas líneas para agradecer a Excélsior, a sus directivos y a quienes me leen semanalmente en mi columna México Correcto, no corrupto, por darme este espacio de difusión de mis pensamientos, haciendo un reconocimiento pleno a mis derechos de libertad de expresión, ya que jamás se me ha indicado alguna línea discursiva o prohibido tema en particular. Gracias por este primer año en este apreciado y prestigiado medio de comunicación nacional.

                Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.

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