¿Son posibles crecimiento y desarrollo?

La sociedad que no crea riqueza no tendrá qué repartir

El presidente Andrés Manuel López Obrador publicará un texto sobre lo que denomina “la economía moral”. Esto, después de varios comentarios sueltos sobre economía en sus panegíricos mañaneros.

El martes 23 de julio criticó al Fondo Monetario Internacional (FMI) por bajar su pronóstico de crecimiento para México de un previo de 1.6 por ciento a 0.9 por ciento para 2019.

Dijo: “Convoco a los del FMI, a los expertos, a los tecnócratas, a los nostálgicos del neoliberalismo, para ver si es lo mismo crecimiento que desarrollo como parámetro, porque eso es acumulación de riqueza, sólo unos cuantos. Ya no se pueden utilizar los mismos parámetros, no sirven, no funcionan.”

El debate sobre crecimiento y desarrollo viene de mucho tiempo atrás. Gira en torno a la creación de riqueza material y su reparto en la sociedad.

Durante mucho tiempo, Cuba parecía gozar de un desarrollo extraordinario por los servicios que ofrecía a toda la población. Pero era una economía sin crecimiento que no había creado una base productiva propia. Su ilusoria prosperidad dependía exclusivamente del apoyo soviético. Cuando desapareció la Unión Soviética, la isla entró en crisis económica, que persiste hasta la actualidad.

Venezuela era inmensamente rica en petróleo y hoy es uno de los países más miserables del mundo, con una migración de millones de compatriotas huyendo del hambre, el desempleo y la crisis humanitaria.

¿A qué vienen estos dos ejemplos? Que programáticamente esas izquierdas postulan repartir riqueza, pero no se preocupan por crearla.

La noción de una “economía moral” para resolver la disputa entre crecimiento y desarrollo es una visión religiosa donde se reparte riqueza, contrariando a los pecadores que la crean. Pero el debate no resolverá el problema de fondo si parte de esa premisa moralina. La sociedad que no crea riqueza no tendrá nada que repartir. Ésas son las lecciones que nos dejan Cuba y Venezuela.

Las políticas públicas deben crear las condiciones para generar riqueza e, igualmente, el Estado deberá, mediante políticas fiscales conducentes, asegurar una repartición más equitativa del ingreso nacional.

Ha sido tentador para algunos pensar que será el Estado el creador principal de riqueza, además de su magnánimo repartidor, si se tiene petróleo. Pero la premisa es equivocada, porque supone que puede existir desarrollo sin crecimiento. La experiencia histórica demuestra que ese error ha llevado países a estancamiento y retroceso.   

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