Logo de Excélsior                                                        

La nueva agenda de Estados Unidos

Ricardo Alexander Márquez

Ricardo Alexander Márquez

Disonancias

Fuera del episodio por el cual Donald Trump amagó a México con aranceles si no paraba la migración y que terminó con el envío de 6 mil elementos de la Guardia Nacional a nuestra frontera sur, la agenda con Estados Unidos –y con cualquier otro país– había sido prácticamente inexistente. Eso, hasta hace poco más de una semana.

Después de la calma chicha, en vísperas de la campaña por la reelección del mandatario estadunidense, vino la amenaza de declarar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, a raíz de los lamentables hechos ocurridos a la familia LeBarón en Sonora, lo que fue el inicio de la nueva política que marcará al gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Como un gran logro de la administración actual, según lo manifestó el canciller Marcelo Ebrard, después de la visita del Fiscal General de Estados Unidos a México, William Barr, y mientras Evo Morales abandonaba el territorio nacional rumbo a Cuba, sin despedirse, se desactivó –por el momento– la amenaza que facultaría al gobierno de nuestros vecinos del norte para poder intervenir directamente en territorio nacional.Un par de días después, en medio de la ebullición por lograr –volver a– cerrar el nuevo Tratado de Libre Comercio de Norteamérica –cuya urgencia por actualizarlo fue una promesa de campaña de Trump bajo el argumento de que teníamos ventaja frente a ese país–, fue arrestado Genaro García Luna en Texas, quien dirigiera la política de seguridad durante el gobierno del expresidente mexicano Felipe Calderón.

Irónicamente, la administración de Genaro se distinguió por su buena y estrecha relación con las agencias de Estados Unidos, como la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Administración para el Control de Drogas (DEA) y el FBI, principalmente en el marco de la Iniciativa Mérida, al grado de que al terminar su cargo –hace 7 años– fue recibido con los brazos abiertos por aquel país, mismo que –al parecer– no sabía ni de sus presuntos nexos con el narcotráfico ni de su supuesta inexplicable fortuna.

Como dijo Franklin D. Roosevelt, “en política, nada ocurre por casualidad; cada vez que un acontecimiento surge, se puede estar seguro que fue previsto para llevarse a cabo de esa manera.” Los hechos muestran que los tiempos de calma entre México y Estados Unidos se han terminado y que aquel país tiene una clara agenda respecto a nuestro gobierno.

El Tratado de Libre Comercio (T-MEC), si bien es un gran mecanismo –neoliberal– que ha empujado a México al desarrollo, tendrá enormes retos de implementación y afectaciones a sectores económicos. La agenda de seguridad estará supeditada a los intereses de Estados Unidos, además de que el gobierno de ese país ya le tomó la medida a nuestras autoridades, que claramente se ponen a temblar cuando suena el teléfono –o el Twitter–.

Estos últimos días nos dejan –entre otras cosas– tres enseñanzas. Primero, en lo que respecta a nuestro vecino del norte, se confirma que las amistades rápidamente cambian de acuerdo con los vientos políticos. Segundo, con el gobierno de Trump habrá subordinación más que coordinación. Y tercero, fuera del discurso, la realidad muestra que la relación con Estados Unidos es la única que le importa a México y así lo seguirá siendo en el futuro.

P.S. Dentro de todo esto, ¿dónde se incluyó el tema de control de armas de fabricación estadunidense?

                *Maestro en Administración Pública
                por la Universidad de Harvard y
                profesor de Derecho Constitucional
                en la Universidad Panamerica.           Twitter: @ralexandermp

Comparte en Redes Sociales