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Siempre nos puede ir peor

Raúl Cremoux

Raúl Cremoux

Otros ángulos

 

 

“La pandemia no nos ha rebasado, ¡vamos bien!”.

Por supuesto, lo puede decir quien porta estampitas milagrosas, vive en un palacio rodeado de guardias y coronado por médicos quienes le hacen dos o tres pruebas virales por semana. Y si eso en lo personal brinda seguridad, soberbia y pésimo ejemplo para no utilizar el chocante cubrebocas, ya en lo profesional, en el desempeño jerárquico y funcional, el asunto es muy diferente.

Del arcoíris de ineptitudes demostrado en todos los ámbitos, sin duda el más ominoso es, justamente, la pésima conducción en tratar de contener una pandemia que arroja más de un millón de seres contagiados y los 110 mil fallecimientos oficiales. Estas cifras están compuestas por mexicanos con nombre y apellido que pudieron ser mucho menos si el equipo gobernante hubiera actuado con eficiencia y responsabilidad.

En el recién aprobado presupuesto en la Cámara de Diputados para el año próximo no hay recursos destinados específicamente para hacer frente a la pandemia, no existe aumento para la salud, como tampoco para la compra de las vacunas. La fórmula es semejante a la del avestruz: no pasa nada. Se hacen declaraciones sobre supuestos o reales acuerdos con grandes firmas farmacéuticas, aunque no se ve de dónde se jalarán los recursos.

¿Acaso del billón trescientos mil millones ahorrados por el supuesto régimen de austeridad y la rifa de un avión del que aún se deben 243 millones de dólares?

Los mandatarios de todo el mundo le han dado prioridad de gestión a esta amenaza, sólo aquí, el asunto es mencionado de vez en cuando desde el púlpito mañanero. Y de antemano se omite, con lágrimas o carcajadas, la incumplida promesa de que en estas fechas tendríamos un sistema de salud semejante o mejor a los de Canadá o Finlandia.

No falta el día en que los noticiarios televisivos y la prensa en general nos muestren las filas de pacientes aguardando ser atendidos en las afueras de los hospitales públicos o sufriendo un largo inventario de irregularidades. Los datos que relatan el sufrimiento de parientes y deudos, al igual que las montañas de cadáveres, debido a una violencia incontenible, se han vuelto una realidad que a nadie asusta. “Vamos muy bien” es el inútil disfraz de los días aciagos que debemos apurar en nuestras respectivas copas de tristeza, impotencia y amargura.

Al desdén pronunciado hace unos meses de “que quiebre quien tenga que quebrar” y sólo ofrecer, a los pequeños changarros (Fox dixit), 25 mil pesos de préstamo con un interés igual o mayor que el de los bancos comerciales, los resultados ya tocan a la puerta en las cifras con las que nos regala un organismo oficial de investigación y no un odioso corporativo privado: el Inegi. El señalamiento es claro: desciende en cuatro millones 200 mil el personal ocupado en pequeños y medianos negocios. En otras palabras, debido al equívoco manejo de la pandemia, cierran más de un millón de mini o medianas empresas.

De los 4 millones 860 mil micro, pequeños y medianos negocios registrados en los censos económicos de 2019, sólo sobreviven tres millones 257 mil. Esto significa que, en un año más, morirán dos de cada tres empresas.

No hay duda, en la Encuesta sobre el impacto generado por covid-19, del Inegi, las cifras dibujan una realidad que en Palacio Nacional no son vistas ni consideradas, ya que ahí “se tienen otros datos”.

Cierto, vamos bien, porque siempre se puede ir peor.

 

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