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Presidente, quite el pie de nuestro cuello

Raúl Cremoux

Raúl Cremoux

Otros ángulos

 

Sólo en esta semana hemos visto cómo el que fuera un organismo respetado y prestigiado encargado de conocer, vigilar, evaluar y dictaminar sobre las erogaciones del gobierno —la Auditoría Superior de la Federación—, ha sufrido una fisura, cuya hondura no sabemos qué consecuencias tendrá, porque, sin proponérselo, enfrenta a un poder semejante al de un tsunami.

Basta que el Presidente de la República señale que no está de acuerdo con los resultados de un trabajo de muchos meses en el que se reúnen múltiples investigaciones realizadas por expertos contables, matemáticos y auditores, para anular lo que el país requiere para mejor entender y valorar los gastos que se hacen en la tarea gubernamental.

Sólo en una semana hemos visto, ya sin asombro, que una iniciativa del Presidente de la República, toral para el desarrollo motor de la energía, sea aprobada —sin quitar siquiera una coma— por una Cámara de Diputados dispuesta a dejar de reflexionar para tomar una postura genuflexa que, además de incómoda, es abiertamente vergonzosa.

 

 

  • La mayoría de sus integrantes ha renunciado a utilizar la cabeza para acceder a enorgullecerse con un comportamiento ciego sin temor al juicio ético que sus hijos y nietos puedan llegar algún día a tener sobre cada uno de ellos.

Sólo en una semana hemos visto crecer el número de mujeres que saben pueden ser ultrajadas, vendidas, humilladas y asesinadas ante la mirada cómplice de policías, ministerios públicos, jueces, alcaldes y gobernantes sin que esa ola pueda ser contenida. No solamente eso, han tenido que ver y soportar cómo Félix Salgado Macedonio es protegido y defendido por el Presidente de la República.

Nuestras madres, esposas e hijas viven con temor paralizante dado que una amenaza permanente las acecha en la calle, en los talleres, en los centros comerciales, en las oficinas y hasta en sus casas.

Muy bien lo entendió la emperatriz Irene cuando le dijeron que Carlomagno no la respetaba. “¿Por qué?”, preguntó ella. “Porque usted es mujer”, le respondieron. “¿Sólo por eso?”, volvió a preguntar. Y sin darle más vueltas, resolvió el problema emitiendo un decreto que decía: “A partir de hoy, la emperatriz Irene es un hombre”.

Sólo en una semana, millones de mexicanos han carecido de luz, agua, gas, calefacción e internet debido a que nunca se pensó en hacer productivo el tesoro de nuestro subsuelo, almacenarlo para tiempos difíciles y defender nuestro derecho al bienestar, pues creían los gobernantes que era más fácil comprarlo en el extranjero y dejar de lado los beneficios de energías limpias y renovables para continuar con la obstinación de entregar recursos sin límite a dos empresas quebradas: Pemex y CFE.

Sólo en dos años, a fuerza de martilleo, nos hemos acostumbrado al lenguaje de la descalificación sistemática contra el periodismo independiente, al derrumbamiento de instituciones mediadoras; al desprecio al respeto y a los valores que alguna vez sostuvieron nuestra cotidianidad y hoy encontramos una realidad aderezada de mentiras y la ruptura de equilibrios. Hoy los grandes debates no se dan en las universidades, los partidos políticos, los sindicatos o en las cámaras legislativas. Nacen y se nutren en un espectáculo matutino.

Hoy vivimos el reino del discurso simplista, sin matices, el de la salvación absoluta o el de la nada; vivimos en la mediocridad que antecede a la decadencia.

Bien lo sabemos, la libertad necesita aire y hoy somos cada vez más a quienes nos cuesta mucho respirar: Presidente, quite el pie de nuestro cuello.

 

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