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Lo que está en juego con este gobierno

Raúl Cremoux

Raúl Cremoux

Otros ángulos

 Para José Manuel Bugallo

                                         en estos días difíciles.

 

La lista de asuntos de los que debiera ocuparme en esta primer entrega, es tan amplía que sólo enumerarlos rebasaría con generosidad el espacio concedido; en consecuencia, comenzaré por trazar en grandes pinceladas la trascendencia de lo hasta ahora vivido en los últimos dos años del actual gobierno y de lo que presumiblemente vendrá.

Hasta hoy, la lógica de la relación de autoritarismo, egolatría y fuerza, aplasta a la de la razón. No hay circunstancias, problemas, cimas, abismos, tragedia ni dolor alguno que contenga al delirio de una persona. Ante los múltiples escollos, a cualquier nivel que se presenten, siempre es posible la opción entre dos actitudes: erigirlo en conflicto o buscar resolverlos. La evidencia de estos dos años salta y golpea a la vista. Nada se salva. Todo debe ser llevado al ámbito de la cólera, la confrontación, o lo opuesto al tejido de la democracia, la mentira, el cinismo y el ocultamiento.

Es muy cierto, algunos asuntos están fuera del alcance del México actual como son el cambio climático global o la pandemia universal, lo que no es válido es saberse miope y no acudir con rapidez a la cura que pueden ofrecer asesores y expertos, ya que los resultados funestos, conllevan a millones de mexicanos, especialmente a los más frágiles y desamparados que hoy se acumulan en cifras mayoritarias y amenazan seguir creciendo.

Ningún gobierno, hoy y mañana, puede ni podrá ignorar el desafío que representa definir el papel y el lugar del Estado, liberar al país de las rigideces, prejuicios, temores y sujeciones que lo encierran. Estos candados se ven aún más pesados con pretendidas soluciones que frustradamente, se instrumentaron inútilmente en el siglo XIX.

Se nos ha dicho que se busca una transformación, sin definir la meta ni ofrecer la ruta ni hacer claro el diapasón de la necesidad de flexibilidad y de la voluntad colectiva de ese deseo. Redefinir el papel del gobierno para asegurar eficiencia, es obligado. Definir el trazo de la naturaleza y el alcance de la solidaridad para permitirle superar las dificultades actuales, es una exigencia insoslayable para no caer en la repetida, sorprendente y permanente actitud de la improvisación y el capricho.

La idea del Estado Providencial no sólo fue una idea que en algunas partes del mundo propugnó por establecerse provocando, como lo vimos, un rotundo fracaso. Tratar de establecer un Estado regalador de dinero, ahora, no sólo es temerario, es un atentado contra nuestra colectividad. Algo muy cercano a lo que siempre acompaña a la irresponsabilidad: la indolencia criminal.

Un país adulto no se deja engañar por la variedad de promesas ya que exige se le indique con precisión los medios que se planean utilizar para realizarlas. El nuestro no pertenece a esa jerarquía, sigue creyendo que la mentira, el auto elogio, el cinismo forman parte de su bienestar.

Los aviones no vuelan porque los hombres han aprendido a liberarse de las ley de gravedad, sino porque han dominado la ciencia del cálculo y sus posibilidades reales. Por ignorar este precepto, en estos dos años, se han agrandado las desigualdades y se ha llevado al, límite la capacidad de tolerancia y de impotencia. Lo que está en juego en lo que falta del sexenio, es saber si podemos resistir y mantener la cohesión, responder tanto a las necesidades como a los desafíos sin perder la esperanza que la pesadilla pasará y las heridas podrán cicatrizar.

 

No puedo cerrar estas líneas sin agradecer a los señores Olegario Vázquez Aldir, Ernesto Rivera y Pascal Beltrán del Río, su generosa invitación para regresar a mi casa editorial primigenia. Mil gracias.

 

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