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Las otras víctimas de los feminicidios

Raúl Contreras Bustamante

Raúl Contreras Bustamante

Corolario

Hace un par de semanas abordé el preocupante tema del feminicidio —el asesinato de una mujer por el hecho de serlo—: el cruel final de una continua violencia y la manifestación más brutal de una sociedad patriarcal.

Un feminicidio es, sin duda, un crimen motivado por el odio hacia las mujeres, pues son ellas las víctimas de conductas tan ruines.

Recordando las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en el 2019 se registraron 976 feminicidios en el país, 85 casos más que en 2018.

Lo cruento del análisis de estos crímenes hacia las mujeres ha impedido visibilizar a las víctimas indirectas de los feminicidios: me refiero a las niñas y niños que al perder a sus madres se vuelven huérfanos, seres inocentes, aquellos de los que poco se habla, pero que al final de cuentas resultan ser los más vulnerables.

El problema de invisibilidad de los huérfanos por feminicidio es tal que en México no existe un registro oficial de ellos. Las cifras más aproximadas que se tienen surgen de datos del Instituto Nacional de las Mujeres y se basan en el número de mujeres asesinadas que entre diciembre de 2018 y junio de 2019 y el promedio de hijos que suelen tener. De acuerdo con esta metodología, se calcula que el número de niñas y niños que perdieron a sus madres —tan sólo en ese periodo— alcanzaría los 4 mil 245 casos.

A lo anterior habrá que sumar que México ocupa el segundo lugar en América Latina en cantidad de niños huérfanos, con 1.6 millones de casos, y eso sin contar con que no se tiene un conteo actualizado de los niños y niñas que están en instituciones de cuidado.

Y es que estos infantes forman parte de un grupo social que está en proceso de formación y desarrollo; y por lo tanto, mantienen una relación de mayor dependencia con otras personas, lo que los vuelve más vulnerables en el ejercicio y conquista de sus derechos.

Por ello, es de considerarse que la situación que enfrenta esta niñez huérfana por estas causas ya constituye un problema de emergencia nacional. Lo es porque un niño o niña que pierde a su madre —víctima de feminicidio— verá en riesgo sus derechos de vivir en familia, a una igualdad sustantiva, a no ser discriminado, a vivir en condiciones de bienestar y a un sano desarrollo integral, entre muchos otros.

La intención de este análisis es llamar la atención al gobierno, ya que de la manera en que respondamos hoy ante la violencia que afecta a las niñas y niños huérfanos a causa del feminicidio, se tendrán consecuencias directas en sus propias vidas, como también en la sociedad del futuro.

Si los niños huérfanos por la ola de feminicidios que envuelve al país no son atendidos de forma correcta y sensible, la condición de violencia se perpetuará en sus vidas y quizá llegarán a considerarla como algo normal, incluso aceptable.

Ignorar a la niñez, víctima de la violencia social, es abrir la puerta a problemas que pueden durar toda la vida y desencadenar actitudes negativas que pueden resonar dentro de la sociedad de una generación a otra. La víctima puede convertirse después en victimario.

Atender esta problemática no es una cuestión de bondad o generosidad del Estado, sino una responsabilidad plena, derivada de las obligaciones que provienen de los instrumentos internacionales que México ha suscrito y que protegen los derechos de niñas y niños para garantizar de manera plena los derechos la niñez.

Como Corolario, la frase del siquiatra norteamericano Karl Menninger: “Lo que se les hace a los niños, los niños lo harán a la sociedad”.

 

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