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¿Qué hacer frente al odio?

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

Cuando el odio y el fanatismo ha gangrenado el cerebro,                                                                      

la enfermedad es casi incurable.

                Voltaire

 

Las luchas políticas han existido siempre, en unas, los argumentos de los contendientes pueden ser razonados y razonables, pero lamentablemente en otras se rompen todas las normas, surge la violencia verbal cada vez más agresiva y surge la violencia física. Las historias de encuentros que culminaron con la muerte lo comprueban. En estos años hemos sufrido agresiones verbales por parte de la Presidencia y de sus seguidores como nunca antes; se rompieron las reglas parlamentarias, se rompió la cordura y surgió el odio sin límites, y esto tiene consecuencias gravísimas para la estabilidad social.

Con la afirmación: “Mi pecho no es bodega”, el señor Presidente se dio permiso para sacar de su pecho todo el resentimiento, el rencor y el odio que ha almacenado desde que era adolescente, la sola enumeración de sus dichos y actos de odio lo colocan como el individuo que alberga más sentimientos negativos, lo que es triste; pero el que haya descargado desde el primer día su odio hacia todos los que considera “enemigos”, no tiene paralelo en la historia parlamentaria del país.

Andrés Manuel López Obrador tiene, de entrada, un enorme complejo, que no lo deja dormir: cree que todos están en su contra, a todos los critica, los sataniza y dice que son sus “adversarios”. Las decisiones que ha tomado como presidente han sido equivocadas y fallidas por decir poco, y quienes, siendo sus colaboradores, se han atrevido a hacérselo saber, se convirtieron ipso facto en sus enemigos, y los odia “con odio jarocho”, como diría mi tía.

Pero la consecuencia más grave de ese odio diseminado día y noche, ha permeado en sus millones de seguidores, quienes al imitarlo multiplican ahora la convulsión social que vivimos; no son gratuitos los mensajes de odio en los medios de comunicación, las redes sociales y en la vida real, y ésa es una de las razones del miedo que tienen ahora los ciudadanos de ser víctimas de ese odio en su casa, en la escuela o en la calle.

Porque, como dijo Voltaire y lo han comprobado los psicólogos y los investigadores de la conducta, las palabras de odio pueden ser suficientes para activar “simulaciones” en los sistemas neuronales motrices, perceptuales y emocionales en quienes las escuchan, y predisponen a nuestro cerebro a cometer actos de odio. Voltaire dice: “Cuando el odio y el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable”, ese daño cerebral puede ser temporal o permanente.

¿Qué hacer frente a ese odio que envenena las mentes de los mexicanos? Creo que la inteligencia, la sensatez y la cordura son ahora más necesarias que nunca y todos debemos participar. No ganamos nada con responder al odio con el odio, las pancartas y los discursos violentos contra el Presidente, la 4T y sus seguidores deben desaparecer. El trabajo de quienes amamos a México debe ser constructivo y conciliador.

Afortunadamente hay cada vez más mexicanos que piensan así, y una muestra de eso fue la manifestación en defensa del INE en plazas y ciudades de todo el mundo, con argumentos claros, precisos y razonados; eso tuvo un gran efecto y debemos seguir así.

Y, ahora, cuando en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el ministro Javier Laynez Potisek admitió la demanda de controversia constitucional contra el plan B que amenazaba al INE, podemos esperar que el odio se exacerbe como nunca y tendremos que responder con inteligencia y calma; tenemos la ley de nuestro lado, somos y seguiremos siendo una República democrática que respeta la ley y quiere vivir en paz.

Y no seremos responsables de que en los salones del Palacio Nacional y en las oficinas de quienes odian la verdad, como dice la Biblia, se escuche hoy “llanto y rechinar de dientes”.

 

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