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Se llenó el ‘bullpen’ de la sucesión

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

La posibilidad de que el “movimiento de transformación” que encabeza pueda trascender el actual periodo presidencial ha sido un tema recurrente en Andrés Manuel López Obrador.

En no pocas ocasiones se ha referido a su decisión de no reelegirse —no teniendo necesidad alguna de aclarar el punto, pues la reelección presidencial está prohibida por la Constitución— y de cómo pasará a la jubilación cuando haya cumplido su encargo. El 11 de marzo pasado, López Obrador desató las ansias sucesorias al señalar que la 4T tiene “relevo generacional”. Hablando como si fuera un pitcher que deja el juego ganado, el Presidente se puso a describir a quienes calientan en el bullpen del oficialismo, listos para subir al montículo cuando él se baje.

Dijo que entre ellos había “mujeres y hombres, de 50 años para arriba”. Todo mundo entendió entonces que se refería a la jefa de Gobierno capitalina, Claudia Sheinbaum, al canciller Marcelo Ebrard y al líder senatorial Ricardo Monreal.

En ese momento, antes del inicio de las últimas campañas electorales, parecía que Morena y sus aliados se enfilaban a un triunfo arrollador en las urnas, lo cual les auguraba un final de sexenio sin tribulaciones. Sin embargo, sobrevino el desplome de la Línea 12 del Metro y el panorama cambió. Dicha tragedia alteró el escenario de las elecciones. Los resultados de éstas —particularmente las de la Ciudad de México— obligaron a cambiar el plan de juego de la sucesión. Con las bases súbitamente llenas y sin outs, el lanzador volteó a ver la zona de calentamiento y se sintió desprotegido. Ayer, en la conferencia mañanera, López Obrador hizo lo que ninguno de sus predecesores: llamar por sus nombres a los posibles relevistas.

Al referirse a las investigaciones sobre el percance de la Línea 12 y a la publicación de un reportaje de The New York Times que atribuye el hecho a las prisas que tuvo el entonces jefe de Gobierno Ebrard para inaugurarla, el Presidente fustigó a la oposición por buscar un enfrentamiento entre sus correligionarios. “Quieren poner a pelear a Marcelo con Claudia”, dijo. Y, de inmediato, agregó: “Quisieran que se pelearan Marcelo, Claudia, Tatiana (Clouthier), Juan Ramón de la Fuente, Esteban Moctezuma, etcétera, etcétera, porque están ellos, los conservadores, muy menguados, no hay dirigentes del conservadurismo. A lo mejor surgen, pero en el flanco izquierdo hay hasta para tirar para arriba. Ellos apuestan a eso, a que nos fraccionemos. Se van a quedar con las ganas”.

Tres meses antes, el tabasqueño se había referido crípticamente a los potenciales sucesores. Pero ayer lo hizo con todas sus letras, mandando calentar al bullpen a otros tres relevistas: Clouthier, De la Fuente y Moctezuma. Los dos últimos, por cierto, subalternos de Ebrard. Minutos antes, se había negado a opinar sobre la conveniencia de que el canciller renunciara a su cargo para enfrentar posibles acusaciones administrativas o penales. “Hay que esperar el dictamen”, respondió escuetamente. Para un político, como López Obrador, que calcula cada palabra que dice y se jacta de conocer bien la historia, los nombres mencionados no pueden carecer de importancia. Tampoco es irrelevante que, entre tantos, no haya mencionado a Monreal. Clouthier, De la Fuente y Moctezuma son apellidos bien identificados en la oposición. La primera, hija de un prócer panista; el segundo, exrector de la UNAM y secretario de Salud con Ernesto Zedillo, muchas veces mencionado como prospecto presidencial opositor en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, y el tercero, exsecretario general del PRI y tres veces miembro del gabinete.

Maltrechas las aspiraciones de Ebrard y Sheinbaum, López Obrador parece estar mandando señales de que, ante un embate opositor en 2024, podría 1) impulsar la candidatura de alguien que no produciría demasiadas objeciones entre los adversarios y 2) reconsiderar la transferencia del poder a la siguiente generación (De la Fuente es mayor que él y Moctezuma su coetáneo). Sin duda habrá leído que los presidentes pocas veces han entregado la banda a su favorito —López Mateos a Díaz Ordaz y De la Madrid a Salinas, son los ejemplos más obvios y quizá únicos— y que más vale inclinarse por alguien elegible que por alguien ideal.

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