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Cristóbal Arias

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

Las disputadas y polémicas elecciones federales de 1988 terminaron sin una alternancia en la Presidencia de la República –por fraude, siguen alegando los entonces opositores–, pero no por ello dejaron de generar cambios en la escena política.

Hasta ese año, el PRI no había perdido un solo escaño en el Senado. Yo no contaría el que ocupó el líder del Partido Popular Socialista, Jorge Cruickshank García, entre 1976 y 1982, porque surgió de una negociación entre el gobierno federal y el PPS, como compensación por el reconocimiento de su derrota en las elecciones para gobernador de Nayarit en 1975.

En 1988, el PRI tuvo que admitir el triunfo de los candidatos a senadores del Frente Democrático Nacional en el Distrito Federal y Michoacán.

Así, llegaron a la vieja casona de Xicoténcatl, entonces sede de la Cámara alta, los senadores Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, por la primera entidad, y Roberto Robles Garnica y Cristóbal Arias Solís por la segunda.

De esa manera se conformó, en la 54 Legislatura, la primera bancada de oposición en el Senado, coordinada por Muñoz Ledo.

Los cuatro dieron una gran batalla legislativa a los 60 que tenía el PRI (el Senado todavía se conformaba por 64 integrantes, dos por entidad federativa, elegidos por el principio de mayoría relativa). De hecho, Muñoz Ledo fue el legislador que más veces subió a la tribuna, y tenía en Martínez, Robles y Arias a muy eficaces compañeros, que se ponían al tú por tú con las vacas sagradas de oficialismo, como Alfonso Martínez Domínguez, Humberto Lugo Gil, Jesús Rodríguez y Rodríguez, Blas Chumacero, Leonardo Rodríguez Alcaine y Héctor Hugo Olivares Santana.

Todo aquello me tocó vivirlo, hace tres décadas, como reportero que comenzaba su carrera, asignado a la cobertura informativa del Senado.

Cristóbal Arias era el más joven de los cuatro opositores. Tenía apenas 34 años cuando se convirtió en senador. Era casi un desconocido fuera de Michoacán, donde fue secretario general de Gobierno durante el periodo de Cuauhtémoc Cárdenas. Su única experiencia parlamentaria había sido como diputado federal, entre 1982 y 1985.

Nacido en Churumuco, el municipio más pobre de la Tierra Caliente, Arias estudió derecho en la Universidad Michoacana. Sumado al equipo de gobierno de Cárdenas, se encargó de asuntos agrarios y fue dirigente estatal del PRI. Cuando Cárdenas y Muñoz Ledo fueron expulsados del tricolor, se fue con ellos para formar la Corriente Democrática, parte integrante del Frente Democrático Nacional, y, luego, el Partido de la Revolución Democrática.

En aquel momento, se habían creado senadurías de transición de tres años, con la intención de que se renovara un escaño por entidad cada trienio. Arias fue postulado a una de ellas, por lo que dejó de ser senador en 1991 y regresó a la Cámara de Diputados.

En 1992, ganó a Robles Garnica la postulación como candidato del PRD a gobernador de Michoacán. Perdió la elección en un proceso que dejó grandes dudas y dio lugar a una álgida protesta poselectoral, en la que Arias se distinguió por medidas de resistencia cargadas de humor –no el típico plantón– como una marcha con cerdos y borregos.

Eduardo Villaseñor, el porcicultor que ganó oficialmente los comicios, apenas pudo sostenerse tres semanas en la gubernatura. Como resultado de una negociación entre el PRD y el gobierno federal, fue sustituido por un interino, Ausencio Chávez, con el compromiso de realizar una nueva elección.

Ésta se llevó a cabo en 1995. Participaron Cristóbal Arias por el PRD; Felipe Calderón por el PAN, y Víctor Manuel Tinoco por el PRI. Este último fue el ganador de los comicios.

Luego de esa segunda derrota, Arias tomó distancia de la política, se dedicó a su profesión y prácticamente desapareció de la escena durante más de dos décadas. Ahora está de regreso, como senador electo por Morena, y es mencionado como posible presidente de la Mesa Directiva del Senado.

Ayer, en entrevista radiofónica, Arias me dijo que mal haría Morena en aplicar a la oposición el trato que dio el PRI a aquella bancada de cuatro perredistas en la 54 Legislatura. Lo cierto es que el michoacano y sus compañeros vivirán el mundo al revés de aquel 1988. “Algunos esperan que ahora los priistas sientan lo que sentimos nosotros como opositores, pero no debe ser así”.

Gane o no la presidencia de la Mesa Directiva –tiene una fuerte competencia en Martí Batres, quien también tiene méritos para ocupar el cargo–, Arias puede aportar al Senado lo que pocos en esta Legislatura, en la que habrá 60 senadores sin antecedentes en el Congreso: experiencia y talento parlamentarios y civilidad para el debate.

 

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