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Clasemedieros

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

De acuerdo con el Inegi, unos siete millones de mexicanos abandonaron la clase media entre 2018 y 2020. A la merma de 6.2 millones que sufrió en este bienio dicho grupo social, hay que agregar otros 800 mil que salieron de la clase alta.

Se trata del mayor retroceso en la movilidad social en una década.

El análisis del Inegi, que se dio a conocer esta semana, se basa en los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares. La clase media venía creciendo hasta alcanzar su pico en 2018. Desde ese año, que coincide con el inicio del actual periodo de gobierno, el número de hogares y de personas de clase media perdieron 4.5 y 5.5 puntos, respectivamente.

En 2010, 42.4% de los hogares y 39.2% de los individuos pertenecían a la clase media; para 2018, los mismos porcentajes habían subido a 46.7 y 42.7, en ese orden, y para 2020 habían caído a 42.2 y 37.2, respectivamente.

¿A dónde se fueron esos siete millones de mexicanos? Evidentemente, a las filas de la pobreza. Se pueden debatir las razones. Sin duda estamos ante una combinación de factores, que incluyen los efectos intrínsecos de la pandemia, pero también decisiones de política económica asumidas desde el principio de la administración federal.

Para efectos de este estudio, el Inegi consideró características de gasto –y no de ingreso– para catalogar a la población del país. Sin embargo, ya distribuida en tres rubros, sobresalen coincidencias en cada uno de ellos, como el nivel educativo.

Los mexicanos de clase baja tienen un promedio de 8.2 años de estudio; los de clase media, 11.2 años y los de clase alta 15.2 años. Otra coincidencia es que poco más de la mitad de los clasemedieros (51.2%) tienen en su familia al menos a un egresado de estudios universitarios, lo cual contrasta con 90% en la clase alta y 18.6% en la clase baja.

La proporción de clasemedieros por entidad federativa pintan un retrato del desarrollo y el rezago económicos. De las 16 entidades federativas con mayor proporción de integrantes de la clase media, 14 son de la región norte-occidente y sólo dos de la región sur-sureste: Michoacán y Quintana Roo. Por el contrario, los 16 estados con menor presencia de clasemedieros son abrumadoramente de la región sur-sureste con pocas excepciones: Tamaulipas, Guanajuato, Durango y Zacatecas.

Las tres entidades con mayor porcentaje de integrantes de la clase media son Ciudad de México (58.9), Colima (54.6) y Jalisco (53.6) y las tres que están en el extremo son Chiapas (19.5), Guerrero (24.0) y Oaxaca (25.6).

Es decir, la presencia de la clase media en México es –salvo contadas excepciones– mayor en la zona más desarrollada del país y viceversa.

La caída de siete millones de clasemedieros a las filas de la pobreza en el primer bienio del periodo de gobierno podría ser una de las explicaciones de los resultados electorales adversos para la coalición de gobierno en las elecciones del pasado 6 de junio, primordialmente en las zonas urbanas.

En todo caso, la respuesta gubernamental a ese hecho no ha sido la confección de medidas de remediación para los mexicanos que han visto deteriorado su poder adquisitivo, sino el ataque.

Apenas se habían conocido los resultados de los comicios, el presidente Andrés Manuel López Obrador comenzó una andanada contra los clasemedieros, tildándolos de aspiracionistas y poco solidarios.

No parece haber intención de encantar de nuevo con las propuestas del gobierno a ese sector de la población –que fue determinante en el triunfo electoral de López Obrador en 2018– ni de echar a andar políticas públicas tendientes a mantener en la clase media a quienes siguen allí y ayudar a que regresasen a ella a quienes han caído en la pobreza.

Y eso es un error, pues mientras menos mexicanos requieran de apoyos de los programas sociales, habrá mayor posibilidad de apoyar a quienes requieren de asistencia para sobrevivir.

Pero a lo mejor se trata de eso: de engrosar las filas de los necesitados y adelgazar la de aquellos capaces de salir adelante por su propia capacidad y que, por lo mismo, no tienen que estar agradecidos.

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