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Tenemos que hablar: aprovechemos el momento

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Jaina Pereyra*
 

Mi tele está prendida en un canal norteamericano en el que llevan horas debatiendo la ratificación del juez Kavanaugh como ministro de la Suprema Corte de Estados Unidos.

El debate da vueltas infinitas en torno a la ética; al significado y poder de las instituciones; a la necesidad de elegir perfiles dignos de ocuparlas. Conmueve el estupor en la voz de los comentaristas frente al hecho de que la posición con más poder en la procuración de justicia sea ocupada por alguien con acusaciones de abuso sexual, que mintió repetidamente en su comparecencia en el Senado, que reaccionó como un niño berrinchudo a los legítimos cuestionamientos.

Me recuerda al análisis previo a la elección de Trump, e incluso a las críticas contemporáneas: la batalla es ética, sobre lo que representan los Estados Unidos, sobre las causas que defienden y que los definen. Esta Casa Blanca es una afrenta a esa tradición y los analistas insisten en ello, incluso algunos republicanos.

Me pregunto cuándo será que en México tendremos un debate sobre los valores que las instituciones de gobierno deben encarnar. Cuándo hablaremos seriamente sobre el servicio público; sobre vocación, responsabilidad, capacidad, calificación, principios. Cuándo tendremos una discusión responsable y congruente sobre austeridad y eficiencia; sobre lo que consideramos inaceptable, imperdonable, intransitable y sobre lo que queremos fomentar, incentivar, reconocer.

Debo confesar que, a pesar de ser una escéptica de la Cuarta Transformación, tenía la esperanza de que las elecciones nos obligaran al replanteamiento de estos referentes. No sólo en términos del servicio público, sino que también repensáramos la narrativa nacional: qué tipo de país somos y qué representamos; por qué estamos lastimados y cómo nos sanamos.

Un país herido de muerte, dividido por el prejuicio y la desigualdad, un país de explotación, de abuso, de excesos. Un país de miseria y de opulencia que conviven en mutuo recelo y resentimiento.

Las campañas de este año dieron anticipo de las conversaciones pendientes. Por un lado, el desprecio a los “chairos”; por el otro al privilegio inmerecido. Los maromeros contra los comentócratas. Los que estaban del lado correcto de la historia y los que necesariamente eran apologistas de la violencia. Quienes entendían el dolor del país y quienes no se daban cuenta de que no se daban cuenta. Quienes proponían soluciones fáciles e ignorantes y los especialistas en política pública. En ambos lados se manifestaba violentamente la animadversión. Por lo menos dos países discutían incapaces de escucharse y de respetarse; de conferirse un mínimo de valor como interlocutores.

¿Cuándo perdimos la sensatez o siempre ha sido así? Llevamos días hablando sobre la boda de César Yáñez. Mientras más días pasan, más decepciona la discusión.

Porque no importa si fueron recursos privados. No es cierto que cada quién elija; que yo no me casé y que a mí me esculquen. La decisión de gastar diez millones de pesos en una fiesta revela un sistema de valores totalmente alejado de la realidad del país; de cualquier realidad.

La portada de ¡Hola! confirma que en este país los políticos son nuestra realeza; casi siempre a costa de tráfico de influencias y abuso del presupuesto. Revela la necesidad de confirmarse en términos de una clase social y de sus ominosas banalidades. Decepciona de todos los gobiernos, pero más de los que presumieron que serían distintos y a quienes, para bien o para mal, les creímos.

Y también está mal el clasismo y el racismo de Guadalupe Loaeza y de Mariana Gómez del Campo, a quienes más que el despilfarro les preocupa el arribismo.

Todo en este país se está resumiendo a una lucha de élites, de quienes se creen poseedores de la moral y de quienes se creen poseedores de la clase; de quienes creen que el abolengo dice algo de ellos y de quienes creen que la austeridad sólo tenía que ser lema de campaña. Está mal todo. Todo está mal. ¿Podemos reconocerlo y empezar a hablar de todo lo que subyace a ello? Tenemos que hablar: aprovechemos el momento.

                *Especialista en discurso político.

                        Directora de Discurseros SC.

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