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Política exterior de México: soberanía y humanismo

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

 

 

Por Fadlala Akabani

Sobre la frágil independencia de las repúblicas que componen América Latina y el Caribe pende siempre el interés económico de los países europeos, pero, sobre todo, la injerencia de Estados Unidos y su omnipresente interés geopolítico continental. Hacia 1791, en lo que actualmente es Haití, esclavos de la colonia francesa de Saint-Domingue comenzaron una rebelión que terminó con el reconocimiento de independencia en 1804.

Este pequeño país atraviesa una crisis política tras el asesinato de su presidente, Jovenel Moïse, a mano de un conjunto de sicarios colombianos y estadunidenses. En Haití se logró quitar del poder con un comando privado a un gobernante electo democráticamente, ejecución similar (sicarios colombianos y estadunidenses) a la fallida operación Gedeón, cuyo objetivo era Nicolás Maduro en 2020.

Además de intentar asesinar en múltiples ocasiones a Fidel Castro (con operaciones reconocidas por la CIA); el financiamiento de la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) a la oposición cubana ha sido una constante en la vida pública de la mayor de las Antillas. En un mundo cada vez más cambiante, la coyuntura actual (nuevo gobernante y crecimiento del uso de redes sociales) marcada por la pandemia, ha dado lugar a protestas a favor y en contra del régimen en La Habana y Matanzas. Genuinamente oportunista es clamar apoyo al “pueblo cubano” en la presente circunstancia, cuando jamás se ha expresado rechazo a un agravio imperial de tal magnitud como el bloqueo impuesto por EU. Hipócrita, el replicar con alegría la expresión de protesta de los cubanos, pero no replicar con la misma fuerza el reciente resultado (junio 2021) en la Asamblea General de la ONU, en que la resolución que pide fin al bloqueo fue de 184 votos a favor, 2 en contra y 3 abstenciones.

Ante la falta de solidaridad real y sin dejar lugar a la especulación, el Presidente de México expresó sus condolencias y preocupación por el magnicidio de Jovenel Moïse, así como su solidaridad y agradecimiento hacia Cuba (por las brigadas de médicos enviadas a nuestro país durante la pandemia), que podría recibir alimentos y medicamentos desde México. Asimismo, aprovechó la oportunidad para expresar su rechazo al bloqueo y su respeto a la autodeterminación de cualquier pueblo del mundo. La política exterior mexicana ejercida por el presidente López Obrador obedece a una actitud diplomática inteligente contra el colonialismo e intervencionismo europeo y norteamericano en América Latina, plasmado en la Doctrina Estrada (1930) y que forma parte del cuerpo jurídico constitucional, no a una conspiración comunista latinoamericana.

Esta larga tradición se vio interrumpida durante el periodo neoliberal. Penosamente célebre el “comes y te vas” de Vicente Fox a Fidel Castro en 2002 para evitar que su presencia incomodase a George W. Bush. La administración de Peña Nieto nos regaló estampas de antología antilatinoamericanista cuando su canciller, Luis Videgaray, arremetió contra Venezuela en la 47 Asamblea General de la OEA celebrada en Cancún (2017); fue penoso ver a México atacando a un país latinoamericano por el capricho de Donald J. Trump, pero definitivamente humillante la exposición sobre el estado de la violencia y el irrespeto sistemático por los derechos humanos en México hecho por la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, sin mayor respuesta de Videgaray.

El mismo 2017, la SRE expulsó del país al embajador de la República Popular Democrática de Corea, Kim Hyong Gil, al que, además, declaró persona non grata en represalia a los ejercicios nucleares de su país. Desde la cancillería se atribuyó la decisión al presidente Peña Nieto, del que vale guardar la duda genuina de que sea capaz de ubicar la península coreana en un globo terráqueo.

A la 4T le toca restaurar relaciones diplomáticas rotas y al mismo tiempo dar cabida a la solidaridad con los países más pobres a través del mecanismo COVAX. De los principios rectores de la política diplomática mexicana (asentados en el artículo 189 de la CPEUM) destacan 3; la autodeterminación de los pueblos, la no intervención y la solución pacífica de los conflictos. Me permito concluir con una última consideración, si México ganó prestigio y peso diplomático internacional, fue precisamente por seguir esos principios y no por subordinarse a los caprichos del ocupante en turno de la Casa Blanca.

 

*Secretario de Desarrollo Económico de la Ciudad de México

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