Los Juegos Olímpicos de la virtualidad
En Tokio sólo hubo espectadores a distancia
Por Francisco Acuña Llamas
Celebrados en 2021 los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 representan otra modalidad de olimpiadas restringidas.
Vienen a la mente un conjunto de casos que han dejado cicatrices a la celebración de la máxima cita mundial del atletismo.
Fueron suspendidas: Berlín 1916 (Primera Guerra Mundial) y Tokio/Helsinki 1940, al igual que Londres 1944 (Segunda Guerra Mundial). Además, hubo atentados en Múnich 1972 y en Atlanta, en 1996. Sin ignorar los boicots de Montreal 1976 (Países Africanos); Moscú 1980 y Los Ángeles 1984 (Guerra Fría); y, por riesgo sanitario: Río de Janeiro 2016 (zika) y Tokio 2020, claro, por el misterioso covid-19.
La posposición a 2021 buscaba remediar la circunstancia del enigmático desarrollo de la pandemia (que, por desgracia, continua sin que haya pronósticos certeros).
Así tuvimos unas Olimpiadas cinco años después de otras. Sin embargo, un lustro después, las olimpiadas de Tokio se han verificado bajo esquemas de máxima seguridad sanitaria y con la histórica restricción para los asistentes espectadores en los estadios y auditorios.
El rasgo de Tokio fueron esas condiciones extraordinarias de restricción de movilidad de atletas y, especialmente, la prohibición de espectadores presenciales (estadios y auditorios vacíos), que obligan a ubicar a las Olimpiadas, que concluyen hoy, como las más controladas. Sin que la modalidad de control sanitario de 2021 pudiera competir con el férreo control de Moscú 1980, en las que el autoritarismo soviético incidió en los resultados de las competencias, basta recordar dos casos: el clavadista mexicano Carlos Girón, despojado del oro por la extraña decisión de los jueces en favor del ruso Portnov, y la infame descalificación del también connacional campeón de caminata en Montreal 1976, Daniel Bautista, que reapareció después de pasar un túnel como si se hubiera equivocado de ruta.
En Tokio sólo hubo espectadores a distancia. Los juegos de Tokio son los primeros estrictamente virtuales.
Mientras que los de Río 2016 fueron los últimos “semipresenciales” en tanto que, además de los asistentes presenciales, la poderosa transmisión simultanea de estos acontecimientos ha sido cada vez más amplia, primero por la televisión y ahora por los medios alternativos que han desplazado a la primera, entonces, la ceremonia de inauguración tuvo una audiencia cercana a los tres mil millones de espectadores (por unos 500 canales de televisión y más de 250 plataformas digitales). Existen cálculos que podrían confirmar que en Tokio hubo menos incidencia de seguimiento en población abierta mundial y eso no significa que la cobertura informativa fuera inferior: los resultados de los registros de las diversas disciplinas y el consecutivo del medallero; acaso sí, las competencias fueron menos atendidas (de inicio a fin). Probablemente, eso se debió a la falta de espectadores en las tribunas y en los auditorios, la gente allí con los ojos puestos en cada competencia cancelaron los más de 7.2 billones de videos digitales compartidos por los espectadores en sus redes sociales que se viralizaron por el planeta en Río 2016.
- Si las Olimpiadas de Moscú transcurrieron por dentro de un túnel, con atletas y espectadores “en cautiverio”, las de Tokio acaecieron dentro de un hospital y los atletas estuvieron cual pacientes, monitoreados a distancia sin derecho a visitantes de verdad.
