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Cuento amarillo (fragmento)

Opinión del experto Comunidad

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Por Leda Rendón

 

Este cuento vive en mí desde hace muchos años, crece en mi carne blanca calientita. Cada día vuelvo a comenzar su escritura en una danza de voces y cuerpos varios. Me asusta su naturaleza expansiva, su voluntad inquebrantable de abultarse en mí. Es un cuento oreja; un cuento ojo; un cuento seno. Una hoja sin bordes con palabras como arañazos que simulan letras. Mi mano izquierda se resiste a escribir. “Tal vez después de extirparlo desaparecerán mis deseos por otros cuerpos-cuentos”, pienso.

Ahora mismo me duele muchísimo el hombro izquierdo, y le aplico cubos de hielo en un trapo para seguir escribiendo, al menos con la mano derecha. El cuento quiere sustituirme. Cuando salga a lo blanco para habitar lo negro lloverá, quizá agua. No lo sé. Es una segunda alma. ¿Qué haré sin él?

Este cuento me ha paralizado durante años, me envuelve. Por lo general se aparece bajo la forma de cortaditas en la piel y en los órganos internos. Mientras me baño orino sangre con pedazos de metal, escamas, pelos y sustancias irreconocibles: el rojo cubre las entrañas de mi casa. La mano del brazo izquierdo escribe sin moverse otra historia muy diferente a ésta.

Intuyo el cuento, lo siento, estoy completamente segura de haberlo soñado varias veces; también lo he vivido; he llorado por él. Hoy se aglutina en la axila bajo una membrana delgada y rosa, lo veo moverse; cambia de forma, pasa de ser un arbolito pachón a un insecto palo. Por momentos tengo la sensación de verme como un ser azul desde la membrana rosa.

El cuento me da comezón, entonces hago una herida en la membrana. Pruebo el cuento líquido transparente que escurre de la axila al tiempo que la membrana delgada y rosa se desinfla.

Tengo al cuento entre los brazos.

El cuento es un bebé-ajolote. Es un embrión de tres meses que vive dentro de una pecera. Le doy de mi leche con un tubito que va del agua tibia a mi pecho de punta flexible. El cuento-bebé-ajolote succiona del tubito mi leche grasosa y blanca. Entonces yo ya tengo un diminuto amante marino inventado por mí.

 

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