El desencanto
La desafección de la población hacia la política es la mayor en la historia del país
Por Olga González Martínez *
Hace seis años, José Woldenberg Karakowsky publicaba sus memorias en un libro cuyo nombre fatídico no puede ser recordado sin compartir un poco su desencanto.
En el libro, un joven regiomontano de tradición izquierdista transita del sindicalismo militante universitario, al seno del PRD para convertirse en funcionario entero y líder del movimiento democratizador nacional; pero su brillante carrera resulta ensombrecida por las esperanzas sucesivamente marchitas y la frustración ocasionada por un sistema político que parece evolucionar en la forma, pero no el fondo.
Hoy su texto me viene a la cabeza: México, más que nunca, necesita una revolución de las conciencias. Lo digo con cuidado: “...de las conciencias”. La percepción sobre el fantasma bastante real de “la crisis” es del permanente conocimiento público, pero no todos estamos de acuerdo en la causa del desencanto. Vivimos una crisis de la conciencia democrática, probablemente la más grave de la historia de México, y la más grave del mundo.
La desafección de la población hacia la política es la mayor en la historia, ni siquiera en las peores épocas de la hegemonía partidista había resultado tan despreciable el “quehacer del hombre que más que ningún otro involucra a todos” (Sartori, 2002:1). En las elecciones de junio pasado para escoger a los diputados constituyentes de la Ciudad de México, por ejemplo, sólo existió 28.6% de afluencia a las urnas, mientras que a nivel nacional, en la elección de diputados federales inmediata anterior, se rebasó por muy poco 47% de participación.
La presión ejercida por jóvenes activistas para la Reforma Política en 2014, que desembocó, entre otras cosas, en el surgimiento de candidaturas independientes es clara manifestación de rechazo abierto al sistema político que hemos creado, o mejor dicho, a la implementación de sus características formales.
Las causas
Igual que el maestro Woldenberg, la ciudadanía se ha desencantado de la democracia. La democratización fue mucho tiempo la última panacea: no sólo constituiría la transición del México Bronco al México de la judicialización del conflicto político (a través del Trife, el IFE y luego la Fepade), sino que traduciría la voluntad de las y los ciudadanos en políticas públicas efectivas contra la corrupción, la desigualdad social, la crisis económica y hasta la inseguridad. Es la divergencia entre la expectativa que nos habíamos creado y la realidad lo que frustró las esperanzas de muchos ciudadanos.
El desencanto se incrementa debido a los continuos escándalos de corrupción entre la clase política, la profunda desigualdad socioeconómica que va en aumento, el fenómeno de impunidad y despotismo que incendia ánimos en las redes sociales (los #lord y las #ladies), el ingreso familiar que no alcanza y la ausencia de mecanismos redistributivos.
Por si eso fuera poco, la delincuencia organizada ya no es un fenómeno aislado o circunscrito a territorialidades específicas, sino que ha logrado permear instituciones del Estado, y se hace presente en la cotidianidad.
Hacia soluciones democráticas
Es cierto que la democracia no nos ha podido salvar de nosotros mismos, ni podrá. Pero también es cierto que en democracia hemos descubierto ideas que nos permiten caminar juntos hacia el futuro deseado. Cuando los ciudadanos nos apropiamos del espacio es más fácil trazar planes conjuntos, pensar en soluciones integrales e implementar estrategias territoriales multidisciplinarias.
Es en este contexto de oportunidad y responsabilidad que las autoridades electorales debemos establecer acuerdos para ofrecerle al país una reconstrucción posible desde la cultura cívica. El tránsito del ciudadano cliente al ciudadano accionista, que exige porque participa y que porque participa puede exigirle a la democracia más que la transformación de votos en escaños, una revolución de las conciencias.
La solución puede vincularse a nuestra capacidad para aprovechar esa pluralidad que nos distingue. Perder la aversión al riesgo permite desarrollar e implementar nuevos modelos de gobernanza emanados de un más amplio reconocimiento de actores, reducir la discriminación, incluir la perspectiva de género, identificar las características compartidas de minorías, otrora invisibles, para ampliar el número de beneficiarios de políticas públicas, respaldar y legitimar al Estado de derecho, así como gestar espacios institucionales para fomentar la cultura cívica (ENCCÍVICA 2017-2023).
Para lograr que la ciudadanía se apropie de lo público en un sentido amplio, el INE propone tres estrategias: Verdad, Diálogo y Exigencia (ENCCÍVICA 2017-2013). Empezamos venciendo la desinformación; autoridades, líderes de opinión y medios de comunicación somos responsables de esta primera etapa. Se trata de un ejercicio de adentro hacia afuera. Adoptamos una postura abierta al intercambio: la sociedad civil debe tener cabida —no como público o cliente, sino como actor fundamental de una transformación de abajo hacia arriba—. Por último, es imperativo que dotemos a la sociedad civil de mecanismos efectivos para la vigilancia formal con carácter vinculatorio; sin un marco normativo adecuado, existen pocos incentivos a la ejecución de observaciones minuciosas que brinden certidumbre y legitimidad a los actos de la democracia.
Aquí, ahora
La revolución de las conciencias es el despertar de la ciudadanía. Implica la comprensión de que lo que pase a gobernados, acontece a gobernantes y viceversa. Se trata de transitar de la verticalidad a la horizontalidad en la gobernanza (las relaciones entre gobierno y sociedad); transmutar lo unilateral y lo hegemónico por lo multicultural y lo tolerante. Para ello, las autoridades electorales debemos trabajar con la sociedad organizada, debemos invertir en la educación de los ciudadanos y, sobre todo, debemos abonar al debate sobre la importancia de reconocer y engrandecer los derechos humanos a la participación política. Todas las ideas deben ser escuchadas para garantizar que estamos ejecutando el mejor trabajo de gobierno posible, y es tarea de cada uno.
Fuentes
1. WOLDENBERG, J. (2010). El Desencanto, ed. Cal y Arena, México.
2. INE (2016). Estrategia Nacional de Cultura Cívica 2017-2023, México.
3. SARTORI, G. (2002). La política, lógica y método de las ciencias sociales, 3ª ed, Fondo de Cultura Económica, México.
*Consejera electoral del IEDF
