El silencio creativo de la arquitectura
*Rodolfo Flores Lara Hoy nadie puede parar el viento. El “arquitecto de la ciudad es la sociedad civil” y los arquitectos debemos reincorporarnos a ella como lo hizo el arquitecto Augusto H. Álvarez con su creatividad del proyecto de la Torre Latinoamericana, porque ...
*Rodolfo Flores Lara
Hoy nadie puede parar el viento. El “arquitecto de la ciudad es la sociedad civil” y los arquitectos debemos reincorporarnos a ella como lo hizo el arquitecto Augusto H. Álvarez con su creatividad del proyecto de la Torre Latinoamericana, porque obra arquitectónica-urbana constituye parte del patrimonio de sus habitantes.
Analicemos por qué una obra trasciende en la historia y se convierte en un icono emblemático, de identidad, de referencia por la sociedad: en la concepción de un proyecto arquitectónico, no es un proceso que la idea viene de una iluminación divina, de una inspiración del subconsciente o de una concentración en sueños; es un proceso de aprendizaje entre unos y otros, de colaboración en equipo, un trabajo callado, paciente y con tenacidad para que la arquitectura sea congruente con lo que pensamos y con el medio en que vivimos, deseando que sea útil a nuestra comunidad y que sea una arquitectura actual y verdadera; en este proceso es donde vivió y creó el maestro Augusto H. Álvarez.
Su andar callado, silencioso, del arquitecto Augusto, eminentemente productivo, en un diálogo franco, de escuchar y hablar con un gran amor a su profesión, sin buscar exhibicionismo ni protagonismos, a diferencia de otros arquitectos que se han encumbrado como hacedores de la arquitectura oficial y privada, sin respaldo de dedicación, esmero, talento y cariño creativo producto del hacer de la arquitectura, olvidando con ello que los hechos y el trabajo son la mejor forma de hacer arquitectura.
Ese silencio creativo al hacer arquitectura, de trabajo en equipo en medio del ruido de declaraciones banales de arquitectos con cargos públicos. Ese silencio de alta significación debe motivar como lo fue para el maestro Álvarez a las nuevas generaciones para encausar su sensibilidad artística para producir, llegado el momento, la arquitectura que requiere nuestra ciudad y el país, con un gran sentido de vocación de servicio social y dignidad profesional.
Hoy en día, los arquitectos, los hacedores de arquitectura caminan silenciosamente y se ponen de acuerdo en que hay que mirarse hacia adentro, hacia cada uno y ahí encontrarán el silencio para el camino más grande que los conduce al resplandor y el renacimiento de la arquitectura. En su taller, el maestro Augusto trabajó durante muchos años participativamente; él generaba los conceptos directrices, su equipo de trabajo los abordaba y desarrollaba, tanto el dibujante como el jefe de taller, en una simbiosis igualitaria de fraternidad y aprendizaje.
En una disposición abierta, en cada rincón de la mesa de trabajo, se acerca el maestro Augusto silenciosamente para desarrollar un diálogo envuelto en una atmósfera aromática de café. Diariamente se unen esfuerzos y grados de conocimiento para verter las ideas en el taller, mediante el lenguaje gráfico arquitectónico.
Despacito, como quien alivia la esperanza, el maestro Álvarez realumbró su taller, creando un laboratorio de simulación de espacios en tercera dimensión para revisar el resultado de sus conceptos creativos y es en esa realidad virtual donde surge el diálogo entre los integrantes del equipo de trabajo para rectificar o ratificar los espacios conceptuales, con lo que se logra el acorde para que en forma simbiótica, las necesidades y la idea se junten para producir los espacios mediante la construcción arquitectónica.
La arquitectura se materializa en la construcción y por consiguiente es un reto conjugado de disciplinas para el proceso de construcción, mediante la optimización y factibilidad de la ejecución de la edificación.
Es la búsqueda constante del sistema que permita la realización práctica, económica y limpia de las ideas, es la disciplina del arquitecto Augusto, meticulosamente revisada para llegar a la sencillez a través de la práctica.
Cuando el silencio ha sido roto y desvirtuado, cuando era sólo una sombra arrastrándose entre la soberbia y la imposición sin conocimiento sobre arquitectura y urbanismo, y de la planeación integral de la ciudad, cuando las palabras participación, trabajo y compromiso social eran tan sólo eso, palabras silenciosas, aparece y renace el diálogo, la dignidad profesional, como la que representa la sincera, sencilla figura –pero de gran valor arquitectónico– del maestro Augusto H. Álvarez, con tal fervor del silencio que acalla el ruido de los gritos y protagonismos de los que virtualmente imaginan ser los hacedores improvisados de la arquitectura y el urbanismo de la Ciudad de México y del país.
*Vicepresidente del Colegio de Arquitectos
