Ozono, pesadilla capitalina

Otro término que se sumaba a otros fue “sistema de baja presión”, “frente frío” y “lluvias atípicas”.

Enrique García y García*

Después de haber pasado diez días de vientos huracanados, bajas temperaturas y agua en forma de lluvia, aguanieve y nieve, vino una efímera luna de miel para el ambiente capitalino que duró apenas dos días; sí: dos. En ese suspiro se tuvo un cielo azul profundo y la vista llegaba a kilómetros de distancia, pues se tenía aire puro. Después, la triste realidad.

Hace un par de días las autoridades de la Ciudad de México dieron aviso de una precontingencia ambiental puesto que los valores de calidad del aire eran malos tanto en partículas en suspensión como en el contenido de ozono. Adicionalmente, se comentaba que la situación no mejoraría puesto que se había detectado una inversión térmica. Vaya pues. Otro término que se sumaba a otros como “sistema de baja presión”, “frente frío”, “lluvias atípicas”, ”efecto invernadero”, “cambio climático” por mencionar los más relevantes, que hace años no aparecían en los periódicos y noticiarios.

El último por acuñarse, inversión térmica (https://bit.ly/1O5Sji5), se refiere a una condición atmosférica que afecta la circulación natural del aire hacia arriba y consiste en que una capa de aire caliente se interpone entre la superficie y las capas superiores de aire frío, que impiden que el aire con humo, partículas en suspensión y demás se eleven por convección hacia arriba y queden atrapadas, provocando una creciente capa de contaminantes. Esta situación se da preferentemente en los meses de invierno.

Aclarado lo anterior, les comento que hacía muchos años no veía niveles de ozono como los que se dieron el día de ayer y las causales fueron, como todo proceso complicado, muchas. Lo que es definitivo es que el medio ambiente de la ciudad es altamente vulnerable, trátese de viento, lluvia o contaminación por vehículos y fábricas industriales, y lo peor de todo es que no se le ve fin dado que las decisiones ambientales, desde mi punto de vista, son equivocadas, como por ejemplo la ubicación del nuevo aeropuerto de la ciudad que comenté en este espacio de Excélsior hace meses (https://bit.ly/1TMMbmp). En este mismo asunto, autoridades capitalinas y federales discuten quién es el dueño del terreno que dejara el aeropuerto actual y qué usos le dará. Ya me imagino que a ninguno se les ocurrirá habilitarlo para que vuelva a ser lo que fue: una laguna natural con todos los atributos que ello trae consigo. Es por demás.

Lo preocupante en estos momentos es atender la contingencia atmosférica, pues la inversión térmica continúa y los contaminantes, precursores de la formación del ozono, están atrapados. Leo que se ha puesto en marcha la Fase I por ozono, que limita la emisión de contaminantes sea por fábricas o vehículos, y que previene a escolares de la ciudad a realizar actividades al aire libre durante las horas de acumulación del dañino gas, del que me referí en otros textos (https://bit.ly/1S36Zm8) y  (https://bit.ly/1psW7Fa), también publicados en Excélsior, y que considero oportuno compartirlos con ustedes amables lectores.

Como se señala en dichos escritos, el ozono es un contaminante secundario que se forma a partir de los primarios que emiten industrias y, sobre todo, los vehículos que circulan en la gran capital. Al igual que el problema del tránsito, la contaminación mejorará sí y sólo sí se reduce el número de automóviles y camiones que transitan por calles y avenidas. En el artículo Movilidad... con ciencia (https://bit.ly/1PaZDIA), daba mi modesta opinión sobre el particular haciendo énfasis en la urgencia de ampliar y mejorar el transporte público como parte de una estrategia para atender el tipo de contingencias que se presentan y cada vez con mayor frecuencia.

No cabe duda que el ozono se ha convertido en una verdadera pesadilla cuya atención debe ser prioritaria.

*Físico nuclear

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