Paridad, ni un paso atrás en Asamblea Constituyente de la Ciudad de México

Para la igualdad en la esfera política se debe tener un nuevo modelo de participación y representación que se incluya en la nueva Constitución

Por Lorena Villavicencio Ayala*

En el marco de la conmemoración del Día internacional de la Mujer y comprometida con la gran batalla de la igualdad en nuestro país, y de manera particular, de la paridad y los derechos de la mujeres, he decidido participar junto con otras mujeres muy valiosas e inteligentes en el proceso de construcción de una agenda que fortalezca la propuesta de Constitución de la Ciudad de México, para que no sólo se convierta en un verdadero pacto fundacional que apuntale nuevas instituciones y la amplíe derechos, sino sea el referente para igualarlos en todas las entidades particularmente en lo que a derechos de las mujeres se refiere.

Nuestra principal bandera es que la paridad se convierta en un principio obligatorio en la integración de cualquier órgano colegiado, autónomo, descentralizado, desconcentrado, Congreso local, cabildos, y en los distintos cargos en cada uno de los niveles de la administración pública local o municipal, empezando, desde luego, con la Asamblea Constituyente. Ni un paso atrás en la aplicación obligatoria de la paridad en las listas de los partidos políticos, pero también la representación femenina en la mitad de la propuestas que les corresponde hacer al Congreso de la Unión, Presidente de la República y jefe de Gobierno. Es una exigencia para que se cumpla un derecho reconocido y que no se repitan argumentos sin sustento, de que sólo los hombres son especialistas en el tema, cuando sabemos que existe un ejército nutrido y poderoso de mujeres académicas, juristas, líderes sociales y ciudadanas con voz propia y con gran conocimiento en los diversos temas que debe incorporar una Constitución. Por cierto, qué lástima que el jefe de Gobierno de la flamante Ciudad de México no incluyó a suficientes mujeres en su grupo de especialistas. El reconocimiento y ampliación de los derechos humanos y su promoción en la sociedad, no se entiende sin la participación de las mujeres y más cuando las mujeres estamos preparadas para participar con propuestas.

Más fuerte y más claro, no incluir en las propuestas del Congreso de la Unión, del Presidente de la República y del jefe de Gobierno a 20 mujeres de las 40 que les corresponde designar, sería no sólo una afrenta sino una conducta violenta contra las mujeres que vulnera las leyes en la materia.

La paridad es un principio constitucional que establecen los artículos 1 y 41 de la Constitución General de la República, que tanto los partidos políticos deben garantizar en la definición de las candidaturas, como las autoridades promover y observar por tratarse de un derecho humano fundamental, que permite una nueva forma de representación política más democrática e incluyente.

La mitad de los espacios políticos en los congresos nos corresponden, sean o no constituyentes, y eso se extiende a otros órganos colegiados atendiendo al principio de progresividad que deben tener los derechos humanos, como lo es, la participación política en condiciones de igualdad. Siempre más de lo que ya se tiene, reza este principio constitucional que busca ampliar de forma permanente los derechos.

No podemos empezar a escribir una nueva historia institucional, de derechos y principios, si no estamos incluidas en igualdad de circunstancias las mujeres. La paridad condensa una historia larga de miles de mujeres que nos negamos a ser tratadas como ciudadanas de segunda, trabajadoras de quinta al tener un ingreso o salario diferenciado al que tienen los hombre, que queremos distribuir la carga de las tareas domésticas y responsabilidades familiares, que queremos decidir sobre nuestras vidas personales y profesionales, que estamos dispuestas a replantear roles femeninos y masculinos y decidir en el pedazo de poder que nos toque, en la mitad desde luego, para desde ahí acuñar una nueva cultura que feminice el poder público para democratizarlo, hacerlo incluyente regresando el poder de decisión a la ciudadanía a partir del ejercicio de sus derechos; y que, por otra parte, masculinice el ámbito privado, al redistribuir la responsabilidad familiar y labores domésticas y de cuidado entre hombres y mujeres.

La paridad la queremos para romper patrones machistas y patriarcales que ahogan a la sociedad, particularmente a las mujeres, pero también a los hombres que están optando por una nueva masculinidad. La paridad es la cuña para alcanzar igualdad de derechos, tarea larga y difícil como todo los procesos culturales, pero no imposible. Y qué mejor para acelerar este cambio que la democratización del poder público encabezada por las mujeres, quienes conocemos la discriminación y también de la solidaridad y empatía para combatirla.

 Pero la igualdad sustantiva debe ir acompañada de un nuevo modelo de participación y representación política que acabe de despojar del monopolio a los partidos políticos, más cuando la propia ciudadanía ya no se siente representada por estos partidos que se han convertido en espacios blindados por sus dirigentes donde ni siquiera la militancia esta incluida. Está claro que necesitamos una nueva distribución del poder, donde los ciudadanos ejerciendo sus derechos sean el valladar que impida el incumplimiento de la ley. Una ciudadanía exigente y actuante que denuncie los abusos de los gobiernos y Poderes del Estado, los actos de corrupción y la impunidad. Donde, inclusive, en casos graves se promueva la revocación del mandato.

La impunidad ha cobrado muchas vidas de mujeres, y no habrá alertas vs el feminicidio más importantes que la aplicación de la ley. La impunidad no podrá desterrarse sin una propuesta radical que incluya en primer lugar a un poder sometido a intereses, como el Poder Judicial . Poco servirá el establecimiento de un Sistema Estatal Anticorrupción, sino incluimos a los Tribunales de Justicia y otorgamos autonomía plena a los órganos de control administrativo y de fiscalización de los recursos públicos, así como a la Procuraduría de la Ciudad de México.

Como mujeres independientes, haremos todos los esfuerzos por lograr contenidos profundos en la Constitución de la Ciudad de México, así como defender cada uno de los derechos que hemos conquistado, como la autodeterminación de nuestras vidas y cuerpos. Ni un paso atrás daremos por qué estamos convencidas que la progresividad debe alcanzar nuestras propias vidas y la de nuestro país. Y que solo ofreciendo alternativas reales a las jefas de familia para ser autosuficientes podemos hablar de avances significativos en el desarrollo de las mujeres.

 Finalmente, aprovecho para felicitar a todas aquellas mujeres que asumiendo su capacidad de transformación han decido participar en un proceso inédito como el Congreso Constituyente de la Ciudad de México, enhorabuena a todas las mujeres candidatas independientes o de partido. Queremos muchas muchas mujeres participando en los grandes espacios de decisión.

                *Fundadora de Mujeres de Hierro

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