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Here’s your watch back, Mr. President*

Mario Melgar

Mario Melgar

Puntos suspensivos

Con o sin visita de Obama, la relación México-Estados Unidos es vital para los dos países. Con o sin reunión, miles de transacciones, intercambios, visitas turísticas, programas de televisión, contratos y cruces fronterizos ocurren a cada hora.

En San Antonio, existe una Asociación de Empresarios Mexicanos que se ha convertido en un factor relevante en la relación con México. Esa asociación regaló a San Antonio La Antorcha de la Amistad, escultura monumental de Sebastián. Le ha permitido a San Antonio, como sucede a muchos sitios en México, adquirir el status de ciudad, a partir de disponer de una escultura monumental de Sebastián. La asociación ha fundado clubes en múltiples pueblos en el estado de Texas (no ciudades, pues no tienen escultura de Sebastián) y se ha expandido a otros estados donde también viven mexicanos.

Sus integrantes no lavan platos ni arreglan jardines ni hacen camas en los hoteles o trabajan en la construcción. No llenan los estadios de Estados Unidos cuando la Selección Mexicana de Futbol juega contra la Isla de Granada. Algunos, con razón, dejaron a México por cuestiones de seguridad, otros aducen pretextos para vivir en el otro país, sin perder idioma, costumbres, cultura y manera de ser. Viven en EU, pero siempre sueñan con México. Hace años, Carlos Monsiváis, a quien invité a dar una conferencia pletórica sobre el bolero en la Escuela de la UNAM en San Antonio, les dijo a los empresarios que se trataba del primer grupo de indocumentados con traje y corbata.

De manera que no solamente los pobres cruzan el río. También los ricos buscan más fortuna. Por ello la sociedad estadunidense descubre que los mexicanos no solamente hacen trabajos manuales, sino que son una fuerza económica, más allá de las tradicionales compras.

Los encuentros de los presidentes muestran que los gobiernos son afines, que hay cooperación, que existe una alianza, que finalmente somos colindantes, amigos y vecinos, si bien distantes, como dijo Alan Riding.

Un buen signo es que Obama haya venido al DF. Muestra que el poder en México regresó al origen, donde había estado desde la Gran Tenochtitlán. En los últimos tiempos cuando los presidentes nos visitaban escogían playas: Cancún o Cabo San Lucas. Qué bueno que reconocen que la Ciudad de México es la más importante del continente, después de Nueva York. Por eso llama la atención la ausencia del jefe de Gobierno del DF.

Miguel Mancera quedó en calidad de fantasma. Se perdió, por ejemplo, la oportunidad de haber entregado las llaves de la ciudad. Mejor todavía, se pudo haber salvado el grave tropiezo de haber dedicado un segmento del parque de Chapultepec a Heydar Aliyev, el sátrapa de Azerbaiyán. En ese sitio pudo Obama haber inaugurado con Mancera un jardín dedicado a “Las Américas” (sentido continental). En unos minutos se hubiera borrado el último error de la administración de Marcelo Ebrard. A él no se le hubiera pasado estar en primera fila.

Si Peña Nieto y Obama se entienden eso significa mejores relaciones generalizadas de los dos países. Peña Nieto le dijo a Obama que Adolfo López Mateos es el presidente mexicano que más admira. Que además ALM tuvo una magnífica relación con JFK.

Kennedy llegó a México con aquellos mitos del carisma familiar: su millonario padre con una fortuna de origen dudoso que impulsó la Prohibición, las relaciones amorosas con las luminarias de Hollywood, su padre con Gloria Swanson, él mismo ligado a la Marilyn. El sueño de Camelot.

No sé si el Presidente mexicano le contó a Obama la leyenda que el imaginario popular cree como cierta, desde aquellos lejanos años 60, cuando Kennedy visitó México y anduvo, como Obama, por los jardines de Polanco.

Se cuenta que el presidente Kennedy, al ver un magnífico reloj que portaba López Mateos, le dijo al oído:

–Qué bonito reloj, señor Presidente. López Mateos, sin demora, se quitó el reloj y se lo dio al bostoniano, en signo de buena voluntad. Kennedy, feliz, se puso el Rolex President.

La visita siguió su curso. En algún momento ALM vio a Jacqueline Kennedy. López Mateos le comentó, también al oído, lo guapa y atractiva que le parecía la señora Kennedy.

–Aquí está su reloj, señor Presidente, reviró el bostoniano.

Una leyenda del imaginario que nos lleva a comparar aquellos presidentes con los que ahora dirigen a los dos países vecinos. De haberse dado una repetición histórica imaginaria, seguramente Peña Nieto hubiera regresado el reloj de Obama.

*Aquí está su reloj de vuelta, señor Presidente.

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