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UNAM, bajo fuego

María Amparo Casar

María Amparo Casar

A juicio de Amparo

Una cosa es el desprecio por el conocimiento como la única guía para el diseño de las políticas públicas y otra es el ataque a una institución en particular. Institución que se ha caracterizado por formar a los mejores científicos del país, nutrir de cuadros al sector público y ser progresista y de izquierda.

No alcanzo a dilucidar el trasfondo de los ataques contra la UNAM y no he escuchado ninguna explicación convincente de por qué tal encono. No me alcanza el argumento de que es un distractor para dejar de hablar de lo que importa: las muertes en exceso durante la pandemia (indicador en el cual ocupamos un vergonzoso primer lugar a nivel mundial), la persistente e imparable inseguridad, la pobreza y desigualdad que no ceden a pesar de los programas sociales o la corrupción e impunidad que no mejoran.

Nadie sabe con certeza el porqué de la inquina contra la UNAM. Lo que sí se sabe es que desde que llegó a la Presidencia López Obrador ha mostrado una particular animadversión hacia la institución, alma mater de muchas mexicanas y mexicanos, yo incluida. Como otras instituciones castigadas, la UNAM ha sido víctima de la disminución de recursos. Los pequeñísimos aumentos no han cubierto siquiera la inflación. Su personal académico sufrió el mismo destino que cientos de investigadores de los centros públicos de educación superior a los que les arrebataron los fideicomisos para el avance de la ciencia y la tecnología. Quizá también sea una de las damnificadas por la nueva política en contra de las donaciones a proyectos educativos.

Salinas de Gortari, De la Madrid, López Portillo y Echeverría, al igual que López Obrador, estudiaron en la UNAM. Esto es muestra de la diversidad que priva en la institución. Todos ellos cuando —con los parámetros de López Obrador— la institución aún no “entraba en el proceso de decadencia”. Hay que tomar nota de que Salinas de Gortari, némesis de López Obrador, “jefe de la mafia del poder” y epítome del neoliberalismo, se formó en esa universidad (1966 a 1969) cuando servía al pueblo y que hoy, a los ojos de López Obrador, “se convirtió en individualista”, “perdió su esencia de formación de cuadros y profesionales para servir al pueblo” y es “defensora de los proyectos neoliberales”.

Sorprende, particularmente, la declaración de que la UNAM dejó de servir al pueblo cuando el 70% de su población estudiantil es de bajos ingresos y constituye la única oportunidad para cientos de miles de jóvenes de adquirir una formación sólida y un título universitario. Seamos francos. La evidencia ha mostrado que las 100 Universidades para el Bienestar Benito Juárez García no merecen ser llamadas universidades y han sido un fracaso mayor que la Universidad de la CDMX fundada en 2001 por el entonces jefe de Gobierno. Una universidad que se precia en su página oficial de no requerir examen de admisión y cuyos alumnos se seleccionan por sorteo.

Sorprende también el reclamo de “¿dónde estaban cuando saquearon al país?”. Contesto: denunciando, proponiendo políticas públicas alternativas y formando cuadros para la izquierda.

Las acusaciones son tan inverosímiles que la mayoría de los jóvenes funcionarios públicos —por no hablar de los de mayor edad— que hoy acompañan al Presidente son de la UNAM y su paso por esa universidad coincide con el periodo en el que, a decir de López Obrador la UNAM “se derechizó” y junto con otras universidades, “fue sometida el pensamiento neoliberal”. Tal es el caso, por ejemplo, de Luisa María Alcalde, secretaria del Trabajo, quien egresó de la Facultad de Derecho en 2011 y en ese mismo año se convirtió en Coordinadora Nacional de Morena Jóvenes y Estudiantes; de Irma Eréndira Sandoval, licenciada de la Facultad de Economía y quien ocupó la cartera de la Función Pública y, de Alejandra Fraustro, secretaria de Cultura y también egresada de la Facultad de Derecho. Por no hablar de cientos de otros funcionarios de menor nivel en la administración pública. A saber de dónde salió la peregrina ocurrencia de la derechización de la UNAM. Y, esto, sin contar que las tareas universitarias no deben juzgarse por criterios ideológicos, sino científicos.

La UNAM no es la única institución bajo fuego. También lo han estado universidades privadas como el ITAM, centros públicos de educación superior como el CIDE, el Consejo Consultivo Científico y Tecnológico, además de proyectos culturales de todo tipo.   

Tengo dos candidatos para explicar el encono. El primero es que la universidad, por definición, atenta contra el pensamiento único del que el Presidente es entusiasta partidario. El segundo es que, quizá su enojo y correspondiente desquite provengan de que cada vez más universitarios hayan mostrado su alejamiento del gobierno. En contraste con las elecciones de 2018, en las de 2021 hubo una disminución muy sensible de la votación por Morena y aliados en este sector de la población. Según una encuesta de El Financiero (08/06/2021), en 2018, el 48% de los ciudadanos con nivel de escolaridad universitario o más, votaron por Morena y en 2021 sólo lo hicieron el 33 por ciento. Una pérdida neta de 15 puntos porcentuales.

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