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El otro desgaste, la otra polarización

María Amparo Casar

María Amparo Casar

A juicio de Amparo

“Estamos ahorita en un proceso de desgaste muy fuerte; sin embargo, el soldado mexicano se desdobla, se esfuerza en satisfacer todos los requerimientos que ha hecho el Poder Ejecutivo”. Ésta es la frase que, según La Jornada (27/10/2019), pronunció en una reunión privada el general Homero Mendoza Ruiz, jefe del Estado Mayor de la Sedena, el pasado 3 de octubre en un encuentro de alto nivel de autoridades mexicanas con representantes de Estados Unidos.

Días antes circuló la información de una reunión entre generales Diplomados del Estado Mayor en activo y retirados –que no ha sido confirmada ni desmentida- en el que presumiblemente se habría manifestado con claridad el descontento profundo de los asistentes.

¿Cuáles son esos requerimientos que se le han hecho al Ejército? Además de seguir encargándose de las tareas tradicionales, como proteger y auxiliar a la población en casos de desastres naturales, solucionar conflictos rurales y cuidar instalaciones estratégicas, ahora se multiplican sus funciones: combatir al narcotráfico, establecer “puestos de revisión” para operaciones de intercepción, construcción del aeropuerto de Santa Lucía, frenar el flujo migratorio y mantener el orden en los asentamientos de los migrantes, combatir el huachicoleo.

Según la transcripción del encuentro, el general explicó que se tiene una fuerza desplegada diariamente de 86 mil hombres y que han traspasado 40 mil elementos de la Policía Militar a la Guardia Nacional, lo que deja al Ejército y Fuerza Aérea con efectivos apenas suficientes “para mantener por un mes un despliegue y relevar al siguiente mes”.

El desgaste al que se refiere el general Mendoza Ruiz queda documentado con las cifras que ofrece respecto al número de efectivos y a los nuevos requerimientos que hace el Ejecutivo federal. Pero hay otro desgaste más grave y que no puede solucionarse con el esfuerzo al que, con razón, alude el general.

Suena extraño que la seguridad se haya militarizado como nunca antes y que a la vez se diga que “la estrategia de querer apagar el fuego con el fuego y enfrentar la violencia con la violencia nunca más”. Resulta paradójico decir que “el narco también es pueblo” y que “jamás vamos nosotros reprimir al pueblo de México”. Más contradictorio es pedir al Ejército contener cualquier revuelta y a la vez pedirles que se dejen maltratar, humillar y desarmar: “Quiero agradecerle al Ejército…, que es pueblo uniformado, por la manera en que nos están ayudando para no utilizar la fuerza, porque podemos resolver los problemas mediante el diálogo, mediante el acuerdo, no con lo irracional del uso de la fuerza”. El Ejército no está para dialogar. Para eso están los políticos.

Nadie en su sano juicio quiere que el Ejército abuse de la fuerza, que el índice de letalidad refleje que hay atropellos y ejecuciones extrajudiciales o que los soldados violen los derechos fundamentales, pero tampoco puede pedírseles que aguanten con estoicismo las agresiones de las que ha sido objeto.

El Presidente es el responsable constitucional del operativo de Culiacán, pero a quien se exhibió en la retirada fue al Ejército. Fue al Ejército al que se le ordenó detener a Ovidio Guzmán y fue al Ejército al que se le obligó liberarlo. Se expone al Ejército y luego se les pide capitular: “abrazos, no balazos”.

Sí. El narco mostró su superioridad de fuego y de coordinación, pero mostró algo peor: puede hacer amenazas creíbles y provocar que se ordene el repliegue del Ejército.

El Ejército sigue siendo la institución más respetada por la población. Hasta el momento, la lealtad de las Fuerzas Armadas a cada gobierno ha estado garantizada. Éste es un bien a tutelar por el gobierno de López Obrador. Si no lo hace podemos estar en problemas muy pronto. No estamos frente a un problema de si el Presidente supo o no manejar la comunicación o de si los sucesos de Culiacán subieron o bajaron su popularidad. Tampoco de si la población juzga que la liberación del hijo de El Chapo fue acertada o no.

Lo que está en juego es algo mucho mayor. La polarización social de la población es una cosa, la polarización al interior del Ejército, otra. La estabilidad del régimen no puede explicarse sin un Ejército unido, disciplinado y leal.

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