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Salir de la crisis fortalecidos

Luis Wertman Zaslav

Luis Wertman Zaslav

Como en cualquier situación inesperada, empleamos la mayoría del tiempo en entender los qué y dejamos a un lado los cómo. Después de tres meses y medio (prácticamente desde febrero) agotadores por el tamaño de la pandemia por coronavirus, llega el momento de empezar a diseñar las soluciones que nos regresen a una nueva realidad en la que podamos recuperarnos, poco a poco, en lo económico y en lo sanitario.

Si algo positivo trajo el covid-19 fue la sacudida de los modelos de administración pública y privada de los servicios básicos que integran a una sociedad, aunque ya sabíamos que estaba en pésimas condiciones. El sistema sanitario público mexicano quedó evidenciado como una institución a la que se le debe invertir, defender y apoyar en una reestructuración que le permita brindar atención a la mayoría de la población.

Pero no fue el único. El sistema educativo crujió por la falta de condiciones para tener clases en línea y no contar con planteles adecuados para garantizar medidas sanitarias que protegieran a las y los estudiantes de todos los grados. Si la pandemia tiene visos de ceder, es precisamente porque las escuelas no regresaron a sus actividades y, en muchas partes de la República, son alumnos quienes mueven gran parte de la economía de las ciudades, al igual que sus diferentes medios de transporte.

A las opciones privadas no les fue mejor. Los servicios de salud privados se encarecieron y los oportunistas sobraron, las instituciones educativas de paga tampoco estaban preparadas para garantizar la seguridad sanitaria de sus usuarios y también pararon, muchas escudadas por la decisión de la Secretaría de Educación Pública.

Y en una economía concentrada, enfocada a servicios, con enormes desigualdades en su desarrollo en amplias regiones de nuestra nación, los empleos en pequeños y micro negocios se evaporaron, de acuerdo con las cifras oficiales de abril y mayo. Es decir, tampoco la planta productiva estaba preparada para un escenario en el que tuviéramos que resguardarnos en casa para evitar una enfermedad de la que todavía no sabemos mucho, no hay un tratamiento efectivo y el desarrollo de la vacuna correspondiente va a contrarreloj porque, posiblemente, no la tendremos hasta el primer semestre del 2021.

Es, en suma, el cambio de época total que nadie esperaba. ¿Qué se hizo bien o mal? Muy temprano para saberlo, pero surgirá sin duda alguna. ¿Qué debemos hacer ahora? Enfocarnos en las maneras en que podemos no sólo reactivarnos, sino también en anticipar a futuro cualquier escenario semejante al que ahora estamos sufriendo.

Son preguntas que deberemos responder entre todas y todos. Transformar las medidas emergentes que tomamos, desde refugiarnos en nuestros hogares hasta cambiar la orientación de nuestro trabajo, negocio o actividad productiva, para aprovechar los meses que siguen y construir una sociedad distinta, que pueda adaptarse a cambios inéditos y tener instituciones fuertes que reaccionen de inmediato ante las eventualidades. Cuando menciono a las instituciones, me refiero a las públicas y a las privadas, que deben coordinarse mucho mejor y cerrar las brechas que han causado que México sea un país de gran desigualdad, con un equilibrio precario en lo económico, sin redes de apoyo, un Estado de bienestar funcional y con un tejido social débil que permite que la inseguridad y el crimen sí florezcan.

Como en cualquier crisis, surgen también casos de éxito y botones de muestra de que sí es posible ponernos de acuerdo y seguir hacia adelante cooperando, pero falta mucho, tristemente, para que una sola sociedad surja con acuerdos mínimos que sean institucionalizados y sienten las bases de un país que goce de un Estado auténtico de derecho, que provoque oportunidades para muchas y muchos y destierre los vicios que tanto daño nos han hecho y que todos sabemos cuáles son.

Llegó la hora de los cómo, con creatividad, compromiso, voluntad, mucha perseverancia y más unidad. Ya sabemos qué está mal, y si lo ignorábamos, el coronavirus lo dejó perfectamente claro, ahora es una tarea de cada mexicano, modificar hábitos, costumbres y conductas, no sólo para alcanzar el desarrollo que tanto exigimos, sino también para estar preparados para otras crisis, que no deseo, pero son siempre posibles, en nuestro futuro.

 

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