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Otra nación, otra sociedad, otros valores

Luis Wertman Zaslav

Luis Wertman Zaslav

Es muy posible que surjamos de esta pandemia diferentes a como entramos en ella desde marzo pasado, pero la pregunta seguirá ahí: ¿Qué tipo de país, de sociedad, de personas seremos en cuanto esta emergencia deje de serlo?

Pensar en ello es importante, porque en algún momento deberemos hacer un corte de caja para distinguir lo ganado y lo perdido durante esta inédita crisis que detuvo al mundo y a México durante prácticamente un año y, posiblemente, buena parte del 2021.

Del balance que hagamos dependerá cómo nos reincorporaremos a una nueva realidad que demanda cambios, hábitos sociales nuevos, cambios en nuestras costumbres y hasta modificaciones en los valores que no nos ayudan, mientras impulsamos los que sí permiten que vivamos mejor en más de un sentido.

Ningún país, eso es seguro, saldrá siendo el mismo después de que se llegue a una vacunación masiva y el impacto de la pandemia se reduzca a través de un tratamiento efectivo. No quiere decir que habrá un retorno al pasado, lo que ya es impensable, por lo que definir ahora qué haremos hacia el futuro es fundamental para los objetivos de corto y mediano plazo que tenemos en lo individual y en lo colectivo.

En otras ocasiones he compartido que éste será un tiempo de prevención para la siguiente crisis que podemos enfrentar y que, seguramente, llegará porque es el precio de vivir como huéspedes en este planeta. Si no entendemos que somos una especie más que debe generar mecanismos de convivencia con otras especies, con la naturaleza misma y aprovechar de la mejor manera muchos de los recursos de los que gozamos, vendrá una emergencia aún mayor, la climática, la cual promete una devastación superior a la de un virus desconocido, como lo hemos visto con los incendios en California y Oregon, al igual que en la Antártida; entre otros lugares que sufren cada año de inundaciones, tormentas atípicas y temporadas de huracanes cada vez más severas.

Este freno que impuso el coronavirus y el covid-19 debe ser una pausa necesaria para corregir el rumbo y pensar hacia adelante, no tanto en un pasado que ya se diluyó. Hemos perdido suficientes vidas, se han enfermado suficientes personas como para iniciar con cambios definitivos desde nuestros hogares y hasta cualquier espacio común en el que nos desarrollemos.

Sólo desde la gente, desde las y los ciudadanos, se llevan a cabo los cambios duraderos. Llegar a los acuerdos mínimos necesarios para adoptar mejores prácticas civiles y rechazar comportamientos nocivos que no nos sirven de nada, es la principal tarea en los meses que nos quedan de este año tan complejo y en los años que vienen por delante.

No es un asunto de optimismo o pesimismo, vamos, ni siquiera tiene que ver con preferencias políticas u orígenes económicos; es una definición moral y una de valores distintos a los que nos colocaron en este difícil escenario en el que la pandemia desnudó profundas carencias en salud, educación, vivienda digna, empleos estables, que se sumaron a la inseguridad, la violencia y a la falta de crecimiento, más allá de lo económico.

Porque los problemas de antes no desaparecen con una nueva realidad, sino que se acumulan a los nuevos que trajo la pandemia, ahora tendremos que resolverlos al mismo tiempo y la única manera de hacerlo es con unidad, un hábito que a veces nos cuesta mucho trabajo como sociedad, pero que es urgente para consolidar otra nación, otra sociedad y otros valores que nos permitan avanzar hacia mejores condiciones de vida.

La intención y, sobre todo, el potencial está ahí, siguen ahí, felizmente. No conozco aún una sola persona que no quiera vivir en paz, con tranquilidad y con lo mínimo para llevar una existencia digna, lo que sucede es que no se tienen las oportunidades ni el consenso general para que los grandes beneficios que pueden generarse en este país alcancen a la mayoría de la población.

Por eso, la apuesta no puede ser el olvido o dejar pasar este doloroso trance sanitario y económico, cuyas consecuencias no se irán pronto, por lo que tendremos la oportunidad de honrar el dolor de las múltiples pérdidas y aprovecharlo para resurgir en conjunto para lograr esa idea de país que queremos y no alcanzamos.

Ese rebote es también social, comunitario, personal, de esa manera podemos estar a la altura no sólo de los problemas a resolver, sino también de las oportunidades que tiene una nación privilegiada en lo geográfico, en sus recursos naturales y en prácticamente todos los indicadores que predicen el desarrollo de un país.

Para eso requerimos, por fin, educación de calidad, servicios de salud óptimos gratuitos y universales, espacios públicos libres de violencia y oportunidades de crecimiento personal y laboral para las y los jóvenes que hoy son amenazados por la falsa propuesta del crimen organizado. Suena a un país completamente nuevo, con una sociedad diferente y unos valores que todavía no tenemos, aunque debemos trabajar mucho para incorporarlos definitivamente.

 

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