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Nueva realidad, nueva sociedad

Luis Wertman Zaslav

Luis Wertman Zaslav

A partir de mañana entraremos en una etapa diferente, con más dudas que certezas sobre lo que nos depara el futuro inmediato. Después de semanas de confinamiento, en las que hubo aumentos considerables de la movilidad, por el motivo que haya sido, empezaremos a lidiar con una nueva disciplina para evitar contagios de coronavirus, con la esperanza de que no haya nuevos brotes.

Es un escenario tan difícil como incierto, en el que no sólo la salud física está en juego, sino también la mental, ya afectada por condiciones inéditas que ha traído esta pandemia en el país y en el mundo. De acuerdo con las explicaciones oficiales, este lunes seguimos en luz roja en el semáforo epidemiológico, y las medidas de sana distancia deben mantenerse prácticamente sin cambios también en esta fase, lo que provocará la misma ansiedad y el mismo temor que hasta ahora hemos vivido en esta contingencia.

Será un regreso progresivo a una nueva realidad de poco contacto, de vinculación a distancia y de desafíos económicos y sociales, que ni siquiera podemos anticipar todavía. La única certeza es que la vida afuera no se parecerá en nada a la vida que teníamos hasta antes de la aparición de este virus.

¿Qué tipo de sociedad seremos ahora? Leo que las opiniones, como podría esperarse, se dividen entre quienes ven un escenario pesimista, en donde no habrá una mejoría social y que nuestra solidaridad y empatía ni siquiera estará presente en la siguiente etapa, y aquellos que pensamos que esta crisis sanitaria es una oportunidad para salir fortalecidos, crear nuevas formas de organización y avanzar hacia una nación más justa y próspera.

Hasta el momento, nadie puede anticipar lo que viviremos en las próximas semanas, así que deberemos estar conscientes que cada decisión que tomemos (seguir igual o modificar hábitos de todo tipo) será un acto de máxima corresponsabilidad para salir airosos de una crisis sanitaria y económica que afectará a grandes segmentos de la población.

Si el reto de cambiar para bien un país con la mitad de su población en pobreza o con ingresos insuficientes, altos niveles de inseguridad, corrupción e impunidad, ya era monumental, ahora con el coronavirus se aprecia una tarea titánica, más cuando la división social se ahonda todos los días, como si no fuera suficiente la pandemia.

Aun así, creo que surgirá una nueva sociedad en esta nueva realidad y haré lo que me toca para ayudar a que ocurra. Vienen meses duros, en donde la solidaridad verdadera será indispensable y cualquier juego político que aliente nuestra separación será un acto de sabotaje social muy arriesgado.

No se trata de coincidir en todo y, mucho menos, de festejar aciertos o errores de autoridades a las que también les sorprendió la magnitud de esta crisis sanitaria, sino de insistir en acuerdos mínimos que nos permitan superar este entorno y trazar nuevas formas de colaboración y de coordinación frente a condiciones que no tienen precedente. ¿Estaremos preparados para dejar a un lado nuestras diferencias y trabajar juntos por el país en el que vivimos todas y todos? Confío en que sí.

Porque perder la esperanza de que podemos mejorar como sociedad a partir de esta crisis sería peor que la pandemia en sí misma, tan sólo debido a la polarización y el deterioro que arrastrábamos cuando todo parecía “normal”.

Pero ningún optimismo documentado es un cheque en blanco o ignora la posibilidad de que pudiéramos estar —ojalá y no— peor a la salida de esta situación que como iniciamos. Dependerá de nosotros, de nadie más, la manera en que responderemos a los problemas que provocará esta nueva realidad.

Sin un mapa, una hoja de ruta o al menos un diagrama, de hacia dónde podemos ir en esta etapa, tendremos que apoyarnos en nuestros primeros círculos de convivencia, la familia, los amigos, los colegas, para que quien esté en problemas pueda recibir ayuda inmediata y entre todas y todos podamos evitar que su situación se deteriore.

Esto incluye la salud mental, la económica y la social, justo cuando a la ansiedad que ya sufrimos le sumaremos la de las calles, a la falta de empleo le agregaremos la inseguridad (que no paró en cuarentena) y a la desconexión social habrá que incluirle las distintas maneras en que tendremos que convivir alejados en lo físico y hasta en lo político, gracias a nuestras batallas cotidianas de opinión.

La moneda, pues, está en el aire y a partir de este lunes deberemos tomar buenas decisiones para que caiga del lado en el que podamos salir lo mejor posible de este momento y empecemos una realidad diametralmente nueva, siendo mucho mejores que antes.

 

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