La hora de la verdad
La combinación de fichas y protagonistas puede no ser idónea para un mejor futuro de la región.
La realidad política de Norteamérica se está moviendo vertiginosamente ante los ojos, pasmados, de nuestra ciudadanía. Pero la combinación de fichas y protagonistas puede no ser idónea para un mejor futuro de la región.
Por un lado, tenemos la propia condición de México, con un Poder Legislativo completamente obsesionado en modificar la Constitución para regresarnos al régimen setentero echeverrista de la manera más rápida posible, y cometiendo, mientras tanto, errores graves legislativos y creando choques entre objetivos y la realidad. Esto acusa y evidencia que el Poder Legislativo y el Ejecutivo pueden no estar alineados políticamente, debilitando la figura presidencial de manera ostensible.
La prisa es mala consejera y pensar que la realidad de un país en 2024, con una condición económica y una ciudadanía distinta a la de los setenta, es factible y un error enorme. Las estructuras no van a aguantar este viaje forzado al pasado y la pregunta es dónde se harán las grietas. La primera es el anuncio de que el estado de Jalisco tiene la intención de romper el pacto fiscal; pero otras tienen que ver con el fracaso (previsto) del inicio del proceso electoral de jueces y magistrados.
Por el segundo lado tenemos que el señor Trump arrasó en las elecciones norteamericanas con mayorías en ambas cámaras. Soy de los que piensan que esta presidencia del señor Trump será muy distinta a la primera y que el T-MEC es un tratado necesario para mantener la competitividad regional, más cuando estamos en pleno proceso de desacoplamiento de la economía americana y la china. Alguien tiene que proveer insumos y servicio baratos a la maquinaria norteamericana y no va a ser Canadá.
No obstante lo anterior, es difícil que el proceso de negociación vaya a ser terso. Primero, porque hay otros intereses bilaterales muy importantes para Estados Unidos (seguridad nacional, inmigración y fentanilo), en los que consideran que el gobierno mexicano no ha sido un buen aliado o socio, por lo que ahora la administración Trump nos va a apretar las tuercas bastante. A eso súmele que no ha habido tiempo para que los gobiernos de Estados Unidos y Canadá hayan revisado a fondo todas las reformas constitucionales que Morena está implementando de manera desaseada. No deseche que nos hagan modificarlas en algún momento del sexenio, tal vez por eso la prisa de pasarlas, para ver si se pueden quedar antes de que entre el señor Trump.
Y, en Canadá, nuestro eterno aliado contra el gigante de la región, las cosas han cambiado. Están iniciando un proceso electoral (no oficialmente), donde los canadienses parecen haberse hartado, como los americanos, del wokismo y progresismo irracional de Trudeau. Un amigo canadiense me explicó algún día que las elecciones en Canadá no son por favorecer a un político, sino para perjudicar al que está en el poder. Todo indica que habrá nuevo primer ministro de Canadá pronto y no será progre ni será el señor Trudeau.
Los conservadores canadienses no son muy fanáticos de México y menos cuando México se ha comportado como lo ha hecho con muchas empresas de minería y energía desde el sexenio anterior. Por lo que seremos piñata de doble frente durante los siguientes meses; cuestión que sería soportable con un equipo gubernamental eficiente y coordinado, cuestión que no es el caso en este momento (salvo excepciones en la Secretaría de Economía).
Nadie está aplaudiendo las reformas mexicanas sino, por el contrario, todo son críticas del exterior ante los desfiguros legislativos que parecen más conducidos por la venganza que por un objetivo de prosperidad. México ha dejado de ser la estrella de las economías emergentes y seremos comparados con Argentina que hace reformas a alta velocidad, pero con la diferencia de que están bien hechas con el objetivo de prosperar. Lo único en lo que no nos va a competir Argentina es en la posición geográfica, pero podemos perder negocio.
