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Elecciones. A navajazo limpio

Leticia Robles de la Rosa

Leticia Robles de la Rosa

 

Cuando en los relatos del mundo violento de algunos barrios se describen los bríos de sus habitantes, la expresión “a navajazo limpio” connota que se está dispuesto a todo para medir fuerzas con el contrincante, sin temor alguno a la reacción del adversario.

A seis meses de los comicios federales y estatales del 2021, todo nos muestra que en el ambiente nacional existe el ánimo de ir a navajazo limpio para lograr la victoria en las urnas, pero no sólo entre la diversidad de las fuerzas políticas, sino además en el mundo interno de los partidos, en los cuales parece que se jugará a todo o nada.

Morena ya tiene problemas a nivel interno en la definición de sus candidatos a las gubernaturas porque algunos punteros en la intención del voto provienen del PRI, y las bases históricas de Morena no están conformes en que sean sus candidatos, como ya lo demostraron en Nuevo León, con Clara Luz Flores; en Nayarit, con Miguel Ángel Navarro; en Sinaloa, con Rubén Rocha y en San Luis Potosí, con Ricardo Gallardo.

Aunque el dirigente del partido a nivel nacional, Mario Delgado, camina por el sendero de las encuestas, no hay seguridad de la aceptación mayoritaria de las bases morenistas a estos candidatos, si resultan ganadores en las encuestas. Habrá que esperar si hay cierre de filas.

Pero también somos testigos de un fenómeno de judicialización pre electoral diferente al que hemos vivido.

En el pasado vimos cómo el Ministerio Público federal o los estatales fueron utilizados para achacar a los adversarios políticos supuestas investigaciones penales que en realidad sólo buscaban desacreditarlos. Le ocurrió a la panista Josefina Vázquez Mota, al otrora perredista Ricardo Monreal, al perredista Gregorio Sánchez Martínez, al panista Ricardo Anaya y al priista Arturo Zamora, por citar casos de diferentes partidos y en tiempos distintos.

La semana pasada, la expresidenta del Senado, Mónica Fernández Balboa, decidió demandar penalmente al panista Gustavo Madero, al acusarlo de “violencia ejercida en su contra”, hace un año, durante la toma de protesta de Rosario Piedra como presidenta de la Comisión de Derechos Humanos (CNDH), cuando la presencia de Madero en la tribuna del Senado desató la ira de los morenistas, quienes lo empujaron, lo abrazaron y lo aventaron contra Fernández Balboa, quien se queja que le lastimó el hombro.

Los videos de lo ocurrido el año pasado en esa ocasión son públicos. Las imágenes son contundentes.

Gustavo Madero respondió que la única intención de esa denuncia penal es sacarlo de la carrera por la gubernatura de Chihuahua, dado que ahora las reglas del Instituto Nacional Electoral (INE) ordenan que ningún agresor de mujeres puede ser candidato a puestos de elección popular.

Pero, mientras Morena busca quitar a uno de sus más fuertes competidores en Chihuahua, el gobierno del estado, encabezado por Javier Corral, pidió formalmente el desafuero del senador morenista Cruz Pérez Cuéllar, a fin de ejecutar la orden de aprehensión girada en su contra, por su involucramiento en el desvío de recursos públicos del gobierno estatal de César Duarte.

Aunque no tiene una clara intención de voto en su favor, el senador Cruz Pérez Cuéllar sí es precandidato a la gubernatura del estado de Chihuahua, y si logra vencer en la encuesta a Rafael Espino, Juan Carlos Loera, Carmen Almeida, Bertha Caraveo, Leticia Ortega, Víctor Quintana y Martín Chaparro, tiene posibilidades reales de suceder al panista Javier Corral.

Es evidente que Pérez Cuéllar y su partido ya sabían desde hace meses de las investigaciones en su contra y de la posible orden de aprehensión. Ahí está una de las verdaderas razones de presentar una denuncia contra el panista Gustavo Madero, ante una Fiscalía General de la República evidentemente afín a Morena y que seguramente se apresurará a sacar a Madero de la contienda electoral, mientras la mayoría absoluta de Morena en San Lázaro impide el desafuero de Pérez Cuéllar.

Los hechos nos anticipan una dinámica de innegable encono y del constante uso de la ley y las instituciones para descarrilar al adversario. A navajazo limpio, pues.

 

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