Arrasar
A decir de los propios líderes de las bancadas opositoras, es evidente el afán de Adán Augusto López: quiere arrasar a la oposición, quiere desaparecer cualquier voz que pueda ser crítica y quiere alimentar su ego con las cabezas de los opositores en su vitrina personal de triunfos.
Con su característico tono que parece burlarse de todos, Adán Augusto López Hernández anunció ante el pleno del Senado que “nos sobran ya dos, somos 87, y no estamos tan lejos que las próximas semanas seamos 89”, mientras los morenistas soltaron gritos de alegría.
El aviso de Adán Augusto López, hecho al calor de un encontronazo verbal entre el priista Alejandro Moreno Cárdenas y el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, prendió las alertas entre los propios priistas, los panistas y los emecistas, que desde este martes tienen claro que Adán Augusto tiene el plan de arrasar a la oposición, dejarla en la inanición y, si es posible, desaparecerla.
Desde el 10 de septiembre, cuando el entonces panista Miguel Ángel Yunes Márquez decidió votar con el morenismo la reforma al Poder Judicial y el emecista Daniel Barreda se desapareció con el pretexto de que habían retenido a su padre en instancias judiciales de Campeche, su tierra natal, es público que Morena tiene los 86 votos que necesita para la mayoría calificada que les garantiza que nadie ni nada detendrá el poderío del oficialismo.
Extrañamente, eso parece no satisfacer al líder de los morenistas en el Senado, porque ha mantenido su estrategia de cazar opositores para que se pasen del lado oficialista. Varias veces le ha insistido al priista Manlio Fabio Beltrones que se pase “del lado correcto”, pero el sonorense les ha dicho de mil formas que no. Adán Augusto le ha ofrecido la presidencia de alguna comisión, la que guste; le ha planteado que puede darle apoyos extras a los que tiene derecho, pero el priista se ha mantenido firme.
El martes 29 de octubre, luego de que el jueves 24 se desapareció y no votó en el proceso que avaló la reforma para impedir que se impugne una reforma constitucional, la entonces priista Cynthia López Castro anunció que dejaba el PRI, justo minutos antes de que la bancada priista concretara su expulsión por haber traicionado un acuerdo del grupo parlamentario.
Pero lo extraño fue el afán de mostrar la logística que se puso al servicio de la expriista para hacer su anuncio. Desde las 07:00 horas de ese martes, se avisó a los periodistas que, a las 09:00, la bancada de Morena iba a hacer un pronunciamiento importante, pero llegada la hora fue mentira. El objetivo fue garantizar que todos los periodistas que dieran cuenta de las actividades del Senado estuvieran durante el anuncio de la entonces ya expriista.
Fue evidente el afán de mostrar que Cynthia López Castro tenía todo el apoyo de Adán Augusto López, quien, horas después fue el encargado de firmar la comunicación oficial de la salida de la priista de su bancada y de anunciar que la dejaba como presidenta de la Comisión de Defensa de los Consumidores.
¿Por qué Adán Augusto anda a la caza de los opositores? ¿Por qué constantemente hace públicos supuestos diálogos con panistas, priistas y emecistas que después ellos desmienten públicamente?
A decir de los propios líderes de las bancadas opositoras, es evidente su afán: quiere arrasar a la oposición, quiere desaparecer cualquier voz que pueda ser crítica y quiere alimentar su ego con las cabezas de los opositores en su vitrina personal de triunfos.
Y el anuncio que hizo la noche del 31 de octubre, que está a punto de sumar a sus filas o, al menos restarle a la oposición otros dos senadores, tiene el propósito de que entre priistas, panistas y emecistas se vean unos a otros con recelo.
Desde esa misma noche, del 31 de octubre, los nombres de Daniel Barreda, Amalia García y Alejandra Barrales, de Movimiento Ciudadano; de Mely Romero, Ángel García Yáñez, Néstor Camarillo, Karla Toledo y hasta Rolando Zapata, del PRI y Mauricio Vila y Enrique Vargas, del PAN, son mencionados en el Senado como posibles brincos a Morena, pese a que todos ellos han dejado en claro públicamente que sus diferencias con el oficialismo son profundas.
Pero el dardo envenenado está lanzado para dividir a la oposición con el afán de sembrarles dudas y someterlos a la crítica pública por posibles traiciones. El objetivo ya está claro: arrasarlos.
