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La barbaridad de la revocación del mandato

Leo Zuckermann

Leo Zuckermann

Juegos de poder

Hay veces que pienso, como ahora, que la oposición en México, por bruta, se merece a un presidente como López Obrador. Son chiquitos en tamaño y raciocinio. Cuesta trabajo entender cómo la minoría opositora en el Senado votó a favor de la reforma constitucional para permitir la revocación del mandato en México.

Es cierto: los senadores cambiaron muchos de los preceptos previamente aprobados por los diputados, la más importante, que la revocación del mandato no coincidirá con las elecciones intermedias. La votación para decidir la permanencia del Presidente será ocho meses después de los comicios legislativos. Por ahí de febrero de 2022 se llevaría a cabo la primera, si es que un 3% de la lista nominal de electores (dos millones 698 mil ciudadanos) firman para solicitar la revocación de AMLO.

Desde mi punto de vista, esta nueva institución del régimen mexicano es una locura por muchas razones.

Retomo, primero, lo que ya han dicho otros colegas. Héctor Aguilar Camín: “La posibilidad de revocar el mandato a la mitad del camino, le quita la mitad del valor a la elección primera, puesto que todo mandatario electo entra al cargo bajo la sombra de su posible remoción antes de cumplir su encargo […] La semilla de incertidumbre y de legitimidad disminuida que siembra la figura apenas puede exagerarse”.

José Woldenberg: “No se debe legislar ad hominem [se refiere a López Obrador] de facto, el periodo de los gobernadores y del Presidente se estarían acortando […] si la o las oposiciones logran estimular un movimiento lo suficiente amplio para reducirlo [sería] un aguijoneo perfecto para el conflicto, la no colaboración, la disputa perpetua […] Es una fabulosa inyección de inestabilidad”.

Agrego, ahora, una razón que ya había mencionado en un artículo anterior. Una Constitución no se reforma pensando en un resultado en particular, sino en todas las posibles consecuencias. ¿Qué pasaría si el Presidente perdiera la votación para permanecer en su cargo?

Vamos a suponer que López Obrador acepta la derrota, una premisa difícil de visualizar, ya que este personaje nunca ha aceptado, en su historia, un fracaso en las urnas. De acuerdo a lo aprobado por los senadores, si se revoca el mandato del Presidente, asumiría provisionalmente la titularidad del Poder Ejecutivo el presidente de la Cámara de Diputados. En 30 días, el Congreso tendría que nombrar, por una mayoría calificada de dos terceras partes, al sustituto que concluiría el periodo constitucional del Presidente depuesto en las urnas. Se iría, por tanto, un Presidente que ganó en una elección popular para quedar un Presidente que ganó en una votación en el Congreso. Un absurdo.

Imaginemos, además, la politiquería de diputados y senadores para nombrar a un nuevo mandatario. Los lopezobradoristas propondrían uno de los suyos, con toda seguridad un segundón de AMLO. La oposición argumentaría que, como perdió AMLO el mandato, debería ser alguien diferente de ese grupo político. En el toma y daca, quedaría un Presidente de compromiso, es decir, un debilucho con pocos apoyos reales en el Congreso. Una locura.

¿Quién va a querer invertir en un país en el que el Presidente tiene que presentarse, a mitad del camino, a una elección para ver si se queda en el poder y, si pierde, lo sustituye un Presidente prácticamente de adorno?

Termino con otro argumento que ya había mencionado. Lo aprobado por los senadores prohíbe las campañas de propaganda en radio y televisión. Ni para los que quieren que se quede el Presidente ni para los que quieren que se vaya. Pero, ¿cómo limitar el derecho a la libertad de expresión de ambos lados? ¿La autoridad electoral va a poder silenciar al Presidente que se está jugando el pellejo? El asunto es particularmente interesante en el caso de AMLO. Imaginemos la interacción del INE amonestando y castigando a este Presidente. Y, del otro lado, ¿cómo van a poder hablar los opositores que quieran remover a López Obrador? Estamos frente a una elección donde estarán prohibidas las campañas en los medios de comunicación. Esto beneficia al Presidente, que tiene un gran poder mediático y un partido que lo apoya. Del otro lado habrá una oposición fragmentada, con intereses e ideologías diversas, dudando si unirse en una campaña por el “no” sin que puedan apoyarlos organismos privados. En este sentido, habrá una contienda muy inequitativa.

La oposición en el Senado ha aprobado una reforma constitucional que tendrá efectos negativos para la gobernabilidad del país. Una barbaridad de políticos enanos que no saben oponerse al gigante que despacha en Palacio Nacional.

 

Twitter: @leozuckermann

 

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