Logo de Excélsior                                                        

El diario de una obsesión

Kimberly Armengol

Kimberly Armengol

Rompe-cabezas

Esta semana, el presidente estadunidense, Donald Trump, volvió a arremeter contra la migración ilegal, utilizó todas las técnicas posibles a fin de conseguir los recursos para construir su precioso muro: chantaje, incitación al miedo, odio, berrinches y acusaciones fantasiosas. Aplicó el moderno storytelling e intentó mover conciencias con historias de familias destruidas por la migración.

Las últimas declaraciones de Donald Trump nos remiten a un monólogo de corte romántico, ya no a aquel discurso que generaba el mismo ruido que miles de metralletas en un campo de batalla.

No, ahora Trump habla desde el “corazón” (con toda la cursilería y chantaje que eso implica) y exhorta a defender a la nación en contra de la migración ilegal plagada de asesinos y narcotraficantes, que son los culpables de todas las desgracias que acontecen en su país.

“No será de hormigón, será de acero”, describe a ese increíble y poderoso muro que protegerá a Estados Unidos de todos sus enemigos, declaración que nos recuerda a varias caricaturas de nuestra infancia, en las que una barrera con superpoderes protegía a los buenos de los malos de manera inmediata.

En un país acostumbrado a culpar a otros de su decadencia, las palabras de Donald Trump encontrarán muchos simpatizantes, sí, aquellos que votaron por él y exigen que cumpla su promesa de campaña: un muro alto y hermoso. Detrás de esa “preocupación” retumban los sonidos de su reelección.

Si bien su desempeño no ha sido malo en materia de política interna, quedan muchos pendientes en sus promesas de campaña, uno de ellos, el muro. Su construcción ya no será pagada por México, como lo expresó en su campaña, ahora sucederá algo aún mejor: se pagará solo.

Donald Trump está desesperado y hará todo lo posible porque se construya, al menos, una milla del muro. No dudemos que su estrategia incluya verlo construyendo, con sus recursos, alguna parte del muro para demostrar que él sí se preocupa y cuida a su país de su peor enemigo: los migrantes que cruzan sin documentos por el sur del país.

Una más de las obsesiones de este líder emergido de las clases más resentidas de la sociedad estadunidense. Esperemos que los demócratas no le permitan seguir jodiendo a los migrantes, los iraníes, el comercio internacional, al cambio climático y a “todos los enemigos” que habitan en esa mente obsesiva y paranoide.

POST SCRIPTUM

En tan sólo un mes y medio al frente de la administración federal, el equipo encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dado mucho de qué hablar en materia de política exterior.

Amplios círculos de académicos, periodistas y población en general han mostrado su repudio por la negativa del Poder Ejecutivo de rechazar el gobierno dictatorial de Nicolás Maduro. Las críticas nacionales e internacionales no se hicieron esperar por no apoyar al Grupo de Lima en contra de Venezuela.

Muchos de estos críticos son los mismos que fulminaron a Vicente Fox en aquel vergonzoso episodio titulado “comes y te vas”, destruyendo una tradición mexicana de política exterior de principios.

Aquellos principios que evocan a la Doctrina Estrada, la no intervención y la autodeterminación de los pueblos (mismos que está aplicando Obrador), evocaron en aquel entonces —con un suspiro de romanticismo puro— la ocasión en que México, en 1962, votó en contra de la expulsión de Cuba de la Organización de los Estados Americanos.

¿Qué queremos? ¿Una política exterior de principios o pragmática? ¿Esto no puede ser objeto de consulta popular?

                Twitter: @kimarmengol

Comparte en Redes Sociales

Más de Kimberly Armengol