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Debate respetuoso y objetivo

Juan José Rodríguez Prats

Juan José Rodríguez Prats

Política de principios

           El supremo desdén por la verdad.

           Joseph Conrad

Me sumo, con agradecimiento y emoción, a las felicitaciones por los 100 años de vida de Excélsior, que me ha permitido la oportunidad de tener una espléndida tribuna para expresar con toda libertad mis análisis
y opiniones, sobre todo ahora, cuando nuevamente ha iniciado un debate cíclico: cómo puede México salir de su crisis.

Tal parece que, desde el inicio, nos ha obsesionado el diseño. Presumimos proyectos, pero se nos dificultan los consensos. Martín Luis Guzmán escribe: “Nacimos prematuramente, y de ello es consecuencia la pobreza espiritual que debilita nuestros mejores esfuerzos, siempre titubeantes y desorientados”. Lucas Alamán lo expresa en forma cruel: “Somos un aborto de nación”.

San Agustín describe tres tipos de presente: el del pasado (el recuerdo, la memoria, la historia), el del presente (la acción y la vivencia cotidiana) y el del futuro, constituido por el proyecto, la propuesta, el plan.

Hemos tenido debates relevantes, tal vez el primero lo personificaron fray Bartolomé de las Casas y Ginés de
Sepúlveda
en 1551, convocados por Carlos V para discutir los derechos de los indígenas y promulgar los Derechos de Indias. Hidalgo y Morelos buscaron precisar el alcance de las leyes para obtener lo que el pueblo anhela. Fray Servando Teresa de Mier y Miguel Ramos Arizpe discutieron para definir la clase de federalismo que deberíamos adoptar.

Hay dos posturas ideológicas reiteradas en nuestros casi 200 años de independencia. José María Luis Mora expresa: “El más sabio y seguro medio de precaver las revoluciones de los hombres, es el de apreciar bien la del tiempo y acordar lo que ella exige, y acordarlo no como soberano que cede, sino como soberano que prescribe”. En el otro extremo, Alamán sostiene: “Estos males deben remediarse no solo sin chocar con aquellas inclinaciones manifestadas por el transcurso
del tiempo, sino al contrario, lisonjeándolas y favoreciéndolas”.

El pensamiento liberal y el conservador en permanente confrontación dialéctica.

Ya comenzaron las publicaciones con los “proyectos de nación”, las “propuestas de gobierno”. Éstas deben partir de un compromiso: respetar la verdad y asumir las consecuencias, porque no reconocer hechos evidentes ha permitido la impunidad y el fracaso de las políticas públicas.

Un segundo lineamiento debe consistir en el pacto fundamental para respetar la ley. Parece elemental, pero México requiere del fortalecimiento del Estado de derecho. Desafortunadamente la palabra orden no tiene buenas relaciones públicas, se le equipara a imposición, se percibe como autoritarismo. Es preciso entender que el orden es un bien público y sin éste todo lo demás se dificulta.

La confrontación de ideas es el sustento de la democracia. Para localizar la cuna de la democracia, con toda certeza tendríamos que remitirnos a las discusiones en el ágora griega, al Senado romano o a los debates de los indígenas mayas debajo del árbol sagrado de la ceiba, o a los vikingos en sus asambleas, o a los caballeros de la Mesa Redonda en Inglaterra. La democracia es disentir, que el gobierno
se oriente por la razón. Aun cuando las decisiones sean
fallidas, el único medio aceptable es la voluntad de la mayoría.

Nuestra transición ha fracasado porque dejamos atrás un presidencialismo exacerbado y un partido hegemónico, pero no hemos arribado a una democracia con legitimidad y eficacia. La falla fundamental está en nuestra precaria cultura política y la única forma de mejorarla es enalteciendo el debate mediante la exposición clara de ideas, mediante el manejo adecuado de argumentos y, sobre todo, con respeto y tolerancia entre adversarios.

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