Reserva dinamitada

El primer obligado en dar una respuesta sería el biólogo Fernando Reyes, director de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán

Aunque en este mes debiera celebrarse el primer lustro de la inscripción de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, la realidad nos dice que este sitio, que obtuvo la declaratoria de protección mixta en 2018, hoy enfrenta saqueos, deterioro y la explotación incontrolable de especies endémicas, en especial de agaváceas para la producción de mezcal.

La denuncia fue formulada por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos Mexicano), que encabeza Saúl Alcántara, quien también ha solicitado a las autoridades una investigación sobre las zonas de explotación de cantera para extraer materiales de construcción, utilizando dinamita, lo cual pone en riesgo el nombramiento otorgado por la Unesco, así como la biodiversidad y el ecosistema de la región. En este sentido, el organismo exige “ejercer las sanciones legales correspondientes a los responsables del saqueo, tráfico y compra de especies extraídas ilegalmente, así como a las personas y/o empresas dedicadas a la explotación de materiales de construcción, dentro de la reserva”.

Se entiende que éste no es un tema de interés de las autoridades culturales, aunque el primer obligado en dar una respuesta sería el biólogo Fernando Reyes, director de este espacio catalogado como el de mayor biodiversidad del continente, con una superficie de 145 mil 255 hectáreas y que alberga cerca de tres mil especies vegetales, 388 tipos de animales y vestigios arqueológicos con 14 mil años de antigüedad. Esperemos que pronto se involucren las autoridades estatales y municipales de Puebla, y que el INAH emita alguna opinión.

  • MUSEO POSTERGADO

Aún no hay fecha para la apertura del nuevo museo de la UNAM, que ocupará la sede del antiguo templo de San Agustín, una de las joyas arquitectónicas de la capital, el cual se ubica en la esquina de República de Uruguay e Isabel la Católica. Durante casi un siglo, este recinto albergó a la Biblioteca Nacional y es donde las arqueólogas Sandra Muñoz y María de la Luz Moreno hallaron, entre 2018 y 2020, los restos óseos de al menos 10 individuos asociados a la realeza mexica, muy posiblemente vinculados a Isabel Moctezuma, hija de Moctezuma II, quien tomó esta iglesia bajo su patrocinio.

Llama la atención la celeridad con que la UNAM decidió pasar la página del hallazgo, sin indagar sobre las osamentas y que apresurara el sellado de las capillas donde fueron ubicadas, a pesar de que cuenta con expertos que pudieron investigar más, considerando que los trabajos de restauración y de reestructuración —que han requerido cerca de 194 millones de pesos— han tardado más de 13 años. ¿Por qué?

La historia del templo inicia en 1541, cuando los agustinos construyeron la primera estructura de lo que llegó a ser uno de los edificios más suntuosos del periodo virreinal. Sin embargo, en 1676, fue destruido por un incendio que duró tres días y tres noches. Su rescate comenzó un año después y fue concluido en diciembre de 1692, exhibió un retablo mayor de madera dorada y estofada, y pinturas de artistas como Sebastián de Arteaga, Francisco de Zurbarán, Cristóbal de Villalpando y Miguel Cabrera, algunas de las cuales aún sobreviven.

Pero, con el triunfo de la Reforma, el convento fue desmantelado y, años después, lo que quedó en pie se destinó a albergar la Biblioteca Nacional, inaugurada en 1884. Hacia 1929, el acervo quedó bajo custodia de la UNAM, por lo que, al edificar CU, la colección fue trasladada a su nueva sede, en 1979, dejando sólo su Fondo Reservado, hasta que vinieron los sismos de 1985 y el sitio quedó casi abandonado. Ahora deberá ser el próximo rector o rectora quien se encargue de inaugurar el nuevo recinto que, en el proyecto, sería un centro cultural y museo digital ligado al tema de las lenguas.

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