Paralizado

El Museo Nacional de Antropología no ha realizado ninguna exposición temporal en el último medio año, a pesar de tener un gran acervo

¿Por qué si el Museo Nacional de Antropología (MNA) resguarda en sus bodegas más de 86 mil 500 lotes y piezas arqueológicas, en los últimos meses no ha realizado una exposición temporal nueva con parte de su acervo? Quizá se deba a la falta de presupuesto, a la escasa iniciativa de sus autoridades, a la falta de planeación o porque la mayor cantidad de energía, recursos y atención están concentrados en un solo proyecto: el área maya.

La más reciente exhibición que albergó este espacio fue Escultura y tiempo. África, América y Oceanía, integrada con 106 piezas, 66 de las cuales llegaron del Museo du quai Branly-Jacques Chirac, 37 del propio Museo Nacional de Antropología y el resto de Teotihuacan y el Estado de México. Su inauguración ocurrió en diciembre pasado y oficialmente tuvo una duración de cuatro meses.

Desde entonces, el MNA, que dirige Antonio Saborit, se ha paralizado y no ha programado ninguna muestra internacional ni local. Por supuesto, sabemos que este recinto cuenta con una veintena de salas permanentes sobre las culturas del México antiguo, pero la zona temporal, —que ha albergado exposiciones como La Grandeza de México y Rostros de la divinidad. Los mosaicos mayas de piedra verde— ha desaprovechado ese lugar privilegiado para el turismo nacional e internacional, pues sólo en este año ha recibido casi dos millones de visitantes.

Las exhibiciones temporales, lo sabemos, no sólo ayudan a circular las piezas que duermen en las bodegas (necesarias) de todos los museos, sino que también facilitan el estudio de las diversas colecciones; es decir, son la puerta de entrada a esos fragmentos de historia que pocas veces podemos apreciar en su dimensión y nos aproximan a las nuevas investigaciones, interpretaciones y lecturas de los acervos. Incluso, este espacio clave del recinto podría ser, en ocasiones, ese foro en el que los arqueólogos más innovadores y destacados de México pudieran presentar sus indagaciones para que éstas no queden en el papel o en publicaciones dirigidas a unos cuantos.

Sabemos que gran parte de la atención del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) se ha concentrado en los últimos cuatro años en el área maya. Entonces, ¿no valdría la pena que realizaran una muestra temporal con algunas de las piezas más espectaculares que se han hallado durante los trabajos de exploración y rescate del Tren Maya? Porque cada semana vemos a Diego Prieto, titular del instituto, subir a la tribuna mañanera para cumplir con la función de informar un puñado de hallazgos y revelar la cara bonita de esta labor, pero falta que se tome con seriedad el tema y se plantee la posibilidad de una museografía que nos ayude a comprender la dimensión de estos hallazgos y no ceñirlos a un acto digital que quede en la superficie.

Pero supongamos que el INAH venga y nos prometa que, justo ahora, trabaja en esa magna exposición para el próximo año, como un gesto magnánimo que podría cerrar la actual gestión. Quizá, entonces, podrían sorprendernos con una refrescante exhibición sobre la pintura rupestre en México, en una lectura doble frente a los hallazgos en el sitio arqueológico de Atapuerca (España). También podrían apostar por una nueva mirada sobre los códices o imaginar una sobre las olvidadas culturas

de Occidente.

Otra más podría indagar en la imagen femenina en distintas culturas prehispánicas de México y de América Latina o apostar por una revisión, muy deseable, sobre las representaciones escultóricas e iconográficas de los mitos nahuas que estudió Alfredo López Austin, ya que, a dos años de su fallecimiento, el INAH aún tiene pendiente hacer un reconocimiento a su trabajo. No olvidemos que, el próximo año, el Museo Nacional de Antropología cumplirá 60 años de vida y el INAH recibirá un incremento presupuestal de 3 mil 267 millones de pesos. ¿Habrá algún programa conmemorativo o su aniversario pasará de largo?

Temas: