Papiroflexia
Lanzar un programa, vestirlo de panacea, pedir confianza a los artistas y prometerun cambio... culpar a Hacienda de los atrasos.
La papiroflexia verbal es el acto circense favorito de la mayoría de funcionarios que integran el deteriorado gabinete de la secretaria de Cultura Alejandra Frausto. Por ahí brota algún problema y, de inmediato, uno de ellos recita una solución mágica; como si al nombrarla se extinguiera el problema o se convirtiera en invocación divina.
Hace unos días, por ejemplo, los creadores escénicos que forman parte de la convocatoria Circuito Nacional de Artes Escénicas Chapultepec: teatro y espacios independientes, que lleva el Centro Cultural Helénico y la SC, expresaron a Excélsior (06/12/2022) que cerca de 200 creadores y compañías no habían recibido los recursos que se les adeudan desde septiembre pasado, y, por lo tanto, no habían podido realizar sus diez funciones, afectando a actores, compañías y espacios escénicos independientes de todo el país, aunque hubo quien sí las programó, a cuenta de sus propios recursos.
La respuesta del vocero de la titular de Cultura, Manuel Zepeda, fue que “esta semana deben quedar pagados todos”. Pues bien, la semana casi ha terminado y los pagos no fueron depositados.
Es más, los artistas afectados recibieron el siguiente mensaje oficial en su correo electrónico (favor de leerse con tono burocrático): “En relación con la dispersión de los recursos correspondientes a la convocatoria (antes mencionada), me permito hacer de su conocimiento que, hasta esta fecha, este Centro Cultural Helénico no ha recibido nuevas ministraciones que permitan dar continuidad a los pagos de los premios pendientes. Sin embargo, las áreas administrativas de la SC están haciendo las gestiones pertinentes para completar este proceso antes del cierre del año fiscal”.
Esto es hacer papiroflexia verbal: lanzar un programa, vestirlo de panacea, pedir confianza a los artistas y prometer un cambio, incumplir los plazos, culpar a Hacienda de los atrasos, matizar sus palabras, doblar sus respuestas, reciclar los objetivos y presentar el fracaso como una idea original que, al final, fue todo un éxito.
Lo mismo sucederá en los próximos días, cuando inicien las protestas de las escuelas de Artesanías, Diseño y la Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, que han denunciado deficiencias en sus instalaciones, mobiliario y programas académicos.
En el caso de La Esmeralda, los alumnos han reportado la existencia de filtraciones de agua en sus instalaciones y la carencia de bancos, restiradores y caballetes, la ausencia de equipo de cómputo, pantallas de proyección e internet estable para sus actividades, sin olvidar que el único material didáctico con que cuentan son dos proyectores obsoletos (adquiridos hace 15 años) para atender a 400 alumnos.
Mientras que en la Escuela de Artesanías (ubicada en Xocongo) —que debería tener un papel protagónico en la actual gestión, de acuerdo con el discurso oficial de Frausto, quien ya cumplió cuatro años en el cargo—, los hornos del taller de cerámica tienen más de tres décadas de vida y no han recibido mantenimiento en los últimos años, por lo que se teme algún accidente, sin omitir el deterioro de las instalaciones eléctricas y las goteras que persisten en los talleres de video y fotografía.
¿Cuál ha sido la respuesta de Lucina Jiménez, titular del INBAL, ante este escenario decadente? El silencio. Después iniciará “el diálogo” para llevarnos al callejón sin salida de la papiroflexia verbal.
Ya luego vendrá el turno de los trabajadores del capítulo 3000 —un tema al que Frausto y Jiménez no han logrado dar solución—, quienes por ahora guardan silencio, en espera de ser considerados dentro de las actividades sustantivas de 2023 y no quedar fuera de la plantilla de ese cacharro desvencijado llamado sector cultural.
