Nutrir el olvido
Cencropam confirmó que no ha realizado trabajo alguno entre 2014 y 2022, y aseguró que no existen tareas programadas
Cerca de 393 mil pesos costaría la restauración de los tres murales del Teatro del Pueblo (República de Venezuela No. 72), de acuerdo con un diagnóstico elaborado por el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (Cencropam) desde 2019. De forma inexplicable, las autoridades culturales de la capital reactivaron el espacio tras recibir mantenimiento, limpieza y sustituir equipo, pero omitieron recuperar las obras de arte, que ya han sido intervenidas en 1986, 1987 y 2008.
Uno de los murales, La lucha de los obreros contra los monopolios (1934), de Pablo O’Higgins, se ubica en el exclaustro del teatro y registra humedades a causa del arrastre de sulfatos y carbonatos que provocan la erosión de color en su superficie, así como pequeños golpes, fisuras y grietas. El segundo es Los alimentos y el problema del obrero (1934), de Antonio Pujol, situado en el vestíbulo exterior del recinto, que también requiere la reintegración de color, limpieza y tratamiento en sus grietas.
Y Danzas populares. Historia del Teatro en México (1935), de Juan Campos W., que está en el proscenio del escenario, en los muros laterales y el plafón del teatro, donde se han acumulado humedades importantes por filtraciones desde la azotea, así como el desprendimiento parcial del plafón, pérdida de tonalidad y eflorescencias salinas en la capa pictórica.
Cencropam confirmó a este espacio que no ha realizado trabajo alguno entre 2014 y 2022, y aseguró que no existen tareas programadas, ya que el último presupuesto no ha sido aprobado por las autoridades encargadas de resguardar el teatro, es decir, el
Sistema de Teatros de la Ciudad de México, el cual carece de recursos para esta labor. Hace un par de meses comenté en esta columna que no se justifica la urgencia de reabrir el Teatro del Pueblo sin concluir los trabajos de restauración. Esa impresión no ha cambiado. Uno imaginaría que, por el hecho de celebrarse el centenario del muralismo mexicano, se pondría mayor atención al tema, pues mucho se ha insistido en que no basta con destacar la obra de José
Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, pero, ante la indiferencia y el descuido, pareciera que existen muralistas de primera y de segunda.
¿Acaso la Secretaría de Cultura de la CDMX, hoy dirigida por la entusiasta Claudia Curiel, no cuenta con 400 mil pesos para terminar estos trabajos? Tal vez no se trata de falta de presupuesto, sino de interés.
- FIGURA INCÓMODA
Todos lo notamos. La secretaria de Cultura federal, Alejandra Frausto, no felicitó a Eduardo Matos Moctezuma tras ganar el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022, hace unos días.
Es posible que la titular no tuviera ¿tiempo o ánimo? Describir un puñado de caracteres en su cuenta de Twitter, para saludar el reconocimiento a uno de los estudiosos más importantes del México prehispánico.
Pronto se dirá que la felicitación fue telefónica y que el olvido del mensaje –que debió ser un gesto de cortesía y educación– fue un tremendo descuido. Otros expresarán que no es para tanto y que no se puede celebrar un premio a un personaje tan privilegiado y aspiracionista. No lo sé. Quizá sólo son adjetivos cubiertos de bilis que confirman la naturaleza de sus críticos.
Porque, sin restarle méritos a su trabajo, Matos se ha convertido en esa figura incómoda que señala vicios y olvidos de la actual gestión cultural de México, como cuando dijo a Excélsior que “la situación para la cutura y la ciencia no se ve bien en este momento. En general, diría que no ha habido un gran apoyo en ambos aspectos, sino que les han restado fondos y no se ve un panorama halagüeño. Así que estamos llegando a extremos francamente alarmantes en contra de la academia, la ciencia y la cultura”.
