Mural en riesgo

La guerra y la paz, de Gilberto Aceves Navarro, registra rayones, grafitis, humedad y varillas incrustadas para sostener una lona

Es necesario que el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), que encabeza Lucina Jiménez, intervenga y revise de manera urgente la situación del mural La guerra y la Paz, del artista Gilberto Aceves Navarro (1931-2019), el cual registra daños como rayones, grafitis, humedad y varillas incrustadas para sostener una lona. Sin embargo, el mayor riesgo es la posibilidad de que éste sea borrado, dado que la propiedad en la que el artista plasmó el mural se encuentra en venta desde hace varios días.

La casa, ubicada en eje 1 Norte Antonio Alzate y avenida Santa María La Ribera, en la Ciudad de México, tiene un precio cercano a los 25 millones de pesos y hasta el momento se desconoce si existe alguna garantía de que la obra, pintada por Aceves Navarro en 1996, no sea destruida. Dicha pieza sólo tiene una discreta placa a un costado, colocada por la alcaldía

Cuauhtémoc, en la cual se lee con dificultad esta información.

Sabemos que la obra de Aceves Navarro –integrante de la Academia de las Artes (2003), Premio Nacional de Ciencias y Artes (2003), ganador de la Medalla Bellas Artes (2011), de la Medalla de la UNAM por sus 40 años de servicios académicos y llamado El Ciclón Veloz por Alberto

Gironella– no tiene declaratoria de protección.

Sin embargo, el INBAL debe asumir la responsabilidad de preservarla, ya que es una pieza única de arte público, y no lamentar en el futuro que cuando llegue el nuevo propietario, decida sustituirla por una capa de pintura blanca o, peor aún, demoler una parte para construir un balcón o tirar todo el muro.

Se esperaría que Jiménez, bajo la instrucción de Alejandra Frausto, secretaria de Cultura federal, se vista de frac y busque la forma de conservar la obra, pues no tengo conocimiento de que don Gilberto haya realizado más murales de este tipo. Además, tiene al Cencropam, “con los mejores expertos en restauración de obra mueble e inmueble en México”, con capacidad para retirar cemento de óleos novohispanos en minutos, tal como sucedió el lunes pasado en la bodega del Museo Nacional de Arte (Munal).

Estoy seguro de que, en este caso, las funcionarias agotarán todas las posibilidades para que la pieza permanezca en su sitio. Y, si no lo consiguieran, establecerán algún tipo de acuerdo con el actual propietario para que el Cencropam elabore un proyecto urgente que les permita aplicar la técnica strappo, es decir, el retiro o arranque del mural, y trasladarlo a un sitio donde se pueda exponer sin problema, tal como ya se ha hecho con obras de José Chávez Morado u otros artistas.

Ojalá que las autoridades no esperen a que se consume la venta para iniciar los acercamientos o dejen el tema a la voluntad del futuro comprador, pues ya hemos visto que ésta no se ajusta a los deseos de los artistas y mucho menos de los funcionarios.

Cierro con un paréntesis sobre el Munal: ayer, el Sindicato Alterno de Trabajadores del INBAL (SATINBAL) colocó una manta en el exterior del museo y envió un comunicado a Frausto, en el que solicita “información verídica y precisa sobre la colocación de la velaria retráctil (lona)” en la azotea del recinto, luego de la filtración de cemento líquido a su bodega y la salpicadura de cinco obras (Excélsior, 26/10/2021).

Es una solicitud justa.

Sólo añadiría que el INBAL debe hacer público el dictamen del director responsable de obra (DRO), en el que se aclaren razones, causas y responsables, pues a diferencia de quienes opinan que es un tema de sensacionalismo o un simple conflicto entre trabajadores y la directora Carmen Gaitán, el hecho tiene que investigarse con seriedad y se deben disipar todas las dudas.

No se trata de un accidente en una papelería, sino de negligencia en un inmueble histórico.

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