Final trunca
¿Qué opinaría Manuel M. Ponce si confirmara que la final de la competencia realizada en su honor se programó incompleta...?
El Concurso Nacional de Piano Angélica Morales-Yamaha llegó a su décima edición, pero no cumplió con las expectativas y, en muchos aspectos, decepcionó a decenas de jóvenes músicos de todo el país, quienes acudieron a probar su talento y se enfrentaron con un certamen mal organizado.
¿Qué opinaría Manuel M. Ponce si confirmara que la final de la competencia realizada en su honor (por el 140 aniversario de su nacimiento) se programó incompleta, en nombre de la pandemia, en un acuerdo entre funcionarios, jurados y músicos? Quizá les exigiría que alejaran su nombre de un concurso tan lastimoso como infausto.
Lo que sorprende es que Lucina Jiménez, directora del INBAL, considere que todo estuvo bien y que no existió descontento. Quizá nadie le mostró los comentarios que se publicaron en la página de Música INBAL, donde se puede leer una larga lista de inconformidades, como la expuesta por el pianista Rodrigo Acevedo.
Pese a todo, el pasado jueves, Lucina me dijo: “Mire, todos los acuerdos que se tomaron en relación con el formato del concurso se dialogaron con los participantes (finalistas)… ellos aceptaron las condiciones. Hay derecho de opinión, pero todo se dialogó con ellos. En realidad, no hay descontento dentro del concurso. Y, de hecho, hay acciones complementarias que les tienen contentos, porque habrá invitaciones por parte de la Sinfónica Nacional (OSN), como solistas”.
Me parece que Lucina tendría que revisar el tema a fondo, a riesgo de que el enojo se desborde en la próxima edición y, para ello, enumeramos algunas de las múltiples deficiencias de la contienda.
UNO. Falló la difusión oficial del evento, ya que careció de página y de una agenda completa, con los horarios y obras que interpretarían los 61 participantes. Extrañamente no hubo transmisiones vía streaming —que debió prever la Coordinación Nacional de Música y Ópera (CNMO), la cual dirige José Julio Díaz Infante—. ¿Acaso no nos enseñó algo la pandemia?
DOS. Las instalaciones de la Sala Angélica Morales de la Superior de Música (ESM) no estuvieron a la altura del certamen. Pero, más allá del problema de iluminación reportado por Excélsior en sus primeras etapas, los pianistas que llegaron de otras entidades me informaron que el INBAL nunca les asignó un salón con piano para ensayar a lo largo de la competencia.
Así que, además de costear transporte, hospedaje, alimentación y cinco juegos de fotocopias del repertorio que tocarían, debieron hallar un espacio para estudiar durante las pruebas, ya que el INBAL sólo les prestó un salón con piano una hora antes de su participación, para calentar. Sé que Lucina no tiene 61 pianos a la mano, pero al menos debió asignar instrumentos a partir de la segunda ronda, cuando sólo quedaban 14 músicos, o prever una ronda preliminar en formato virtual.
TRES. Muchos participantes sí lamentaron la decisión de que los cuatro finalistas sólo tocaran (ayer) el primer movimiento de cada concierto, decisión inédita que debió propiciar una evaluación incompleta y, sin duda, poner en jaque la reputación del concurso a nivel mundial.
Lucina explicaba que la decisión no fue tomada en función de la Sala Principal de Bellas Artes, sino por el protocolo de la orquesta. “Aquí el régimen está establecido por el protocolo de la música y el de salud, específicamente para los conjuntos orquestales, que tienen que estar normados por ese cuidado (de sólo tocar 90 minutos)”. ¿No pudieron hallar otra solución?
CUATRO. Los músicos de la OSN me dijeron que el caos rumbo a la final lo provocó la CNMO, que les anunció el repertorio final, con cuatro obras, hasta el domingo 25 y con sólo tres días para ensayar. Además, lamentaron trabajar con un director huésped “bastante malo”… ¿En verdad nada falló?
