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Desdibujados

Juan Carlos Talavera

Juan Carlos Talavera

Vórtice

 

El muralismo mexicano no ha tenido su mejor año, pese a celebrar su centenario. Así lo refleja la vandalización de los murales de Jorge Best, en el Centro SCOP, y de Ariosto Otero, en la alcaldía Magdalena Contreras; así como el borrado de las piezas de David Celis, en Álvaro Obregón, como parte de esta avalancha de afectaciones, consignadas por Excélsior, las cuales han quedado impunes.

A esta lista se sumaron ayer dos murales que también fueron borrados —ahora en el exterior de la escuela secundaria Ignacio Manuel Altamirano, ubicada en Poxindeje, Hidalgo—, impulsados en 2019 por la Escuela de Muralismo Siqueiros, reconocida a nivel internacional y única en su tipo en México.

Sin embargo, podemos afirmar que esta crónica de daños no se limita a un acto de suprema ignorancia, sino a un ejercicio que intenta minimizar la expresión artística de calidad en el espacio público, un mal ejemplo, pues, que aporta la radiografía del momento: celebramos en espacios cerrados lo que somos incapaces de cuidar en el espacio público.

En esta ocasión, la eliminación fue orquestada por las propias autoridades escolares, sin contar con el aval del municipio ni de las autoridades culturales de la región, y sin consultar a la propia academia de muralistas que emprendió dicho esfuerzo, en 2017, pese a que existe documentación, autorizaciones y un registro fotográfico de la donación realizada de ambos murales, que fueron elaborados por artistas mexicanos e internacionales.

Para conocer los detalles, platiqué con Janet Calderón, cofundadora de la Escuela de Muralismo Siqueiros, en Poxindeje, junto con el artista y académico Jesús Rodríguez Arévalo, quien fuera alumno de Arnold Belkin, de José Hernández y Armando López. Me contaba, con tristeza e indignación, que la directora del plantel Ignacio Manuel Altamirano sencillamente decidió borrar las obras, sin que hasta el momento haya notificado las razones a las autoridades municipales, que encabeza Armando Azpeitia.

Se trata de los murales Luchas y movimientos sociales, elaborado por Manuel Paredes Téllez (Manu), de la Ciudad de México, y los argentinos Sergio Puma Herrera y Silvina Segura, realizado en el marco del cuarto Encuentro Internacional de Muralismo Intermunicipal Resistencia y Luchas sociales (2019); e Impulsores de la ciencia y tecnología, de Joel Trejo y Marco Hernández, de Hidalgo.

Ambas piezas, de 26 y 30 metros cuadrados, fueron trabajadas por los muralistas con la comunidad de Poxindeje, durante 12 días, para luego ser donadas.

Janet Calderón buscó a la directora del plantel para solicitar las razones del borrado de murales, pero fue atendida por otro funcionario, quien no argumentó sobre el tema y se limitó a tomar nota.

Ella le recordó que, aunque las piezas fueron un trabajo colectivo que no tuvo costo para la institución educativa, éstas fueron elaboradas con el dinero de la comunidad. “Hay molestia e indignación, porque esas obras, que tienen un valor cultural y económico, fueron borradas, y ahora queda el antecedente de que cualquiera puede llegar y borrar”, me comentó Calderón.

La Escuela de Muralismo Siqueiros es reconocida a nivel nacional e internacional porque, desde 2013, intenta recuperar y promover el
espíritu del muralismo mexicano en el
espacio rural.

Al final del día, Calderón fue a la presidencia municipal para levantar la denuncia, pero le pidieron que vuelva hasta el próximo lunes, porque los funcionarios preparan un festejo en la localidad. Ella regresará y exigirá una multa administrativa para las autoridades del plantel, además de que los murales se repongan y que, a diferencia de la invitación de 2019, ahora sí se le pague a los creadores. ¿Cuántos murales más deberán ser borrados para extirpar el sello de la impunidad?

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