Descafeinado

Muchos de ustedes recordarán el recién extinto caférestaurante del Palacio de Bellas Artes, el cual nunca fue una cumbre de la gastronomía mexicana, pero que se convirtió en un lugar de convivencia para músicos, bailarines, cantantes, integrantes de la comunidad ...

Muchos de ustedes recordarán el recién extinto café-restaurante del Palacio de Bellas Artes, el cual nunca fue una cumbre de la gastronomía mexicana, pero que se convirtió en un lugar de convivencia para músicos, bailarines, cantantes, integrantes de la comunidad cultural y, de paso, aportó algunos recursos autogenerados al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).

Dicho restaurante se consideró desde el origen del palacio de mármol –como se lee en el informe de José Gorostiza–, en el ala occidental del inmueble, previsto como fuente de ingresos para reducir el costo de su sostenimiento.

Como dato curioso, en el proyecto se estipuló una bodega de vinos para 40 mil botellas y un sistema de tubos neumáticos y megáfono para acelerar los pedidos al comedor y al jardín. Al final, el restaurante se fue adaptando a la época y con la pandemia, como es lógico, el reciente concesionario, de nombre Luis

Bello Morín, ya no renovó el contrato y ahora ese lugar luce desierto, aunque en algunas ocasiones ha sido rellenado con piezas de alguna exhibición que no requieren de los cuidados especiales de una sala.

De acuerdo con la documentación oficial, en el último título de concesión, suscrito en 2018 entre el INBAL y Bello Morín, se autorizó el servicio de cafetería y tres dulcerías dentro del Palacio, aunque el particular pidió la reducción del espacio a utilizar de 288 a 172 metros cuadrados, y se estableció un pago mensual de 40 mil 450 pesos, aplicando la tasa del 7.5 por ciento anual al valor comercial del inmueble, conforme el avalúo emitido por el Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (Indaabin). El informe también indica que el concesionario puede contratar servicio de vigilancia privada, telefonía, televisión por cable e internet y anuncios publicitarios propios, previa autorización del instituto.

De acuerdo con el reporte de ingresos captados por este concepto, el Palacio de Bellas Artes no registró lo recibido entre el año 2000 y agosto de 2011, dado que los pagos se efectuaban por día y no generaban reportes de ningún tipo. Después de esta fecha, la dependencia fue incorporada al esquema de Pago Electrónico e5cinco y así se puede saber que entre agosto de 2011 y febrero de 2020 la dependencia sólo recibió… tres millones de pesos por dicha concesión.

Si omitimos el año 2011 –que muestra depósitos por 19 mil pesos al mes– y 2020, que sólo se aportaron dos pagos de 40 mil pesos, es posible ubicar que los tres años con mayores ingresos para el Palacio por este concepto fueron 2017 (829 mil 281 pesos), 2018 (521 mil 649 pesos) y 2019 (487 mil 200 pesos), así como los de menores montos: 2012 (202 mil 667 pesos), 2014 (130 mil 494 pesos) y 2015 (86 mil 996).

Estos recursos, ingresados a la Tesorería de la Federación, debieron ser solicitados por el instituto para sus tareas sustantivas, pero se desconoce si hizo el trámite. Lo interesante es que estos montos son menores a los captados por el INAH, bajo el mismo concepto, en el Museo Nacional de Antropología, que sólo entre 2018 y 2022 recibió 6.1 millones de pesos, pese a la pandemia.

Este cúmulo de cifras tendría que significar algo para el INBAL, que encabeza Lucina Jiménez –funcionaria que hace años no realiza conferencias de prensa para librar las preguntas incómodas–, porque si bien cada titular tiene sus prioridades, valdría la pena explorar una concesión más beneficiosa para el museo, considerando que su presupuesto está descafeinado y no alcanza a llenar el ojo de quienes piden más ópera, más danza y más exposiciones internacionales.

No estaría mal que se examinaran los autogenerados del Palacio de Bellas Artes, un recinto emblemático, asiduamente visitado por turistas extranjeros, aunque la mala noticia es que, de momento, no existe interés alguno de personas físicas o morales por ocupar dicho espacio.

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