Caprichos de marzo

No se comprende la urgencia por reabrir el Teatro del Pueblo, a pesar del visible daño en los murales del artista Juan Campos W

No comprendemos la urgencia de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, encabezada por Claudia Curiel de Icaza, de reabrir hoy el Teatro del Pueblo (antes Teatro Cívico Álvaro Obregón, que está a un costado del Mercado Abelardo L. Rodríguez), considerando las visibles afectaciones en los murales Danzas populares e Historia del Teatro mexicano, que el artista Juan Campos W. plasmó en las paredes laterales y en los tableros del escenario.

De acuerdo con el Centro Nacional Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (Cencropam), el conjunto mural del mercado y del foro escénico (ubicado en República de Venezuela 72) fue restaurado de forma integral entre 2008 y 2009. Sin embargo, en 2014 se volvió a anunciar la rehabilitación del Teatro del Pueblo, el cual fue cerrado en el mes de septiembre y, tres años después, en 2017, los sismos afectaron a las piezas de ambos espacios.

Finalmente, el pasado martes, Ángel Ancona, titular del Sistema de Teatros de la CDMX, anunció la reapertura del recinto, tras ocho años de permanecer cerrado, aunque las obras de Campos aún registran desprendimientos, grietas, ausencia de elementos

y humedad.

Claro, las afectaciones no ponen en riesgo la seguridad de los asistentes, pero los murales sí que enfrentarán un desgaste frente a nuevos sismos y el uso habitual del espacio. Además, preocupa que Ancona admita que no ha consultado al Cencropam y que no cuenta con fondos para su operación ni para su restauración. Entonces, ¿para

qué reabrirlo?

A esto se suma el aparente desconocimiento de las autoridades sobre los trabajos realizados en el teatro, así como un desinterés por indagar en la historia de

J. Campos W.

Sólo la investigadora Leticia Manríquez Salazar, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, autora de La obra de J. Campos W. en el Teatro del Pueblo, se ha ocupado del tema y asegura que el nombre no nos dice nada, pero que estas piezas pertenecen a la misma época de los murales realizados en el mercado y ya desde 2009 reportaban un mal estado de conservación.

Entonces, “¿por qué él no aparece mencionado en el contrato que se estableció con los artistas que pintaron en el mencionado mercado?, ¿por qué ninguno de los muralistas que participaron en la decoración del Abelardo Rodríguez lo menciona?”, cuestiona la experta.

Una hipótesis, dice, es que el artista “fuera una persona relacionada con el ambiente teatral, un escenógra­fo quizá”. Lo cierto es que “su obra también refle­ja la admiración que sintió por el arte popular y la cultura indígena, específicamente por la del estado de Puebla”.

¿En algún momento las autoridades culturales de la Ciudad de México se tomarán la molestia de informar sobre los trabajos realizados en este espacio y de las medidas a implementar para garantizar la estabilidad de estos murales?

OTRO JUGUETE

El pasado jueves, el arquitecto Alberto Kalach presentó su libro Taller de Arquitectura X (Editorial Arquine) en el Colegio de San Ildefonso, donde opinó, con precisión, sobre el Proyecto Chapultepec de Gabriel Orozco.

“Le pareció un juguete divertido al artista Gabriel Orozco. Él agarró el proyecto, pensó que era un juguete y, aunque han hecho cositas, han derribado miles de árboles en la tercera sección para sembrar unas varitas pequeñas. Espero que crezcan, porque las plantaron en esta temporada que no llueve, pero los propósitos principales no están logrados”. Además, calificó como “un juego de vanidades” la realización del Pabellón Contemporáneo Mexicano, que podría afectar al Jardín Botánico.

No sé si el artista Gabriel Orozco de vez en cuando lee o escucha alguna de las críticas que despierta ese grandilocuente memorial al despilfarro. ¿O acaso pensará que no hay más ruta que la suya?

Temas: