Caja de Pandora
Las autoridades culturales se concentran en diversos foros que desembocarán en un plan que se implementará en décadas
Llegó ese momento del año en que las autoridades culturales se concentran en el misterio de las ‘políticas públicas del sector’. Así es, nos alcanzó la impostergable temporada de discursos que pretenden ilustrar a un público cautivo sobre las necesidades de la cultura en el país y en la capital, a partir de foros como el Mondiacult 2022 y el de consulta Ciudad y Derechos Culturales de la CDMX, impulsados por Alejandra Frausto y Claudia Curiel de Icaza.
Los organizadores instalan el escenario, avivan la conversación, toman notas y prometen escuchar y atender la pluralidad de miradas en torno a la cultura para elaborar un concienzudo plan que sería implementado en lustros, décadas o que será desempolvado años después. Sin embargo, uno supondría que si estos personajes ya ocupan un cargo público bien remunerado, tendrían que aportar e impulsar soluciones a los problemas existentes y no estar tan preocupados por los alcances del futuro. No niego la importancia de escuchar las distintas voces, pero antes tendríamos que ver acciones más contundentes en el presente.
Lo que veo en estos foros es a un grupo de funcionarios que busca su galleta de la fortuna con miras a las próximas elecciones, quienes aguzan el oído y evaden las críticas hasta alcanzar la recta final del encuentro, donde exclamarán el tradicional ‘¡Misión cumplida!’, que nos llevará a escuchar los mismos versos proféticos de la burocracia: “¡Excelente, señor licenciado!, ¡Qué buenas ideas!”, “¡Maaaestra, muy buena propuesta!, ante el bostezo de una audiencia que ha escuchado lo mismo de infinitas maneras.
La realidad es que hablar de políticas culturales en México o en la CDMX –como si el resto del país fuera un apéndice que pudiera medirse desde el centro– implica abrir una caja de Pandora que exhibe las deficiencias de un sector que padece enfermedades crónicas como la falta de presupuesto; la nula certeza para creadores emergentes e independientes, quienes carecen de seguridad social y la ausencia de una estrategia que amplíe y facilite la distribución de la oferta cultural existente.
EFECTO ESTROBOSCÓPICO
El pasado lunes, Excélsior (19/09/2022) informó que el X Concurso Nacional de Piano Angélica Morales-Yamaha no tuvo su mejor inicio, debido a fallas técnicas en la iluminación de la Sala Angélica Morales de la Escuela Superior de Música del INBAL durante las primeras dos semanas de eliminatorias. Ayer el problema fue solucionado y la semifinal del certamen se realizó sin ese efecto estroboscópico tan molesto. Me alegra que Lucina Jiménez, titular del instituto, haya tomado cartas en el asunto, aunque en ningún momento se aclaró la razón. ¿Se trata de algún rezago en el mantenimiento del plantel, como ya sucede en el Conservatorio Nacional de Música, o sólo fue un bochornoso descuido?
CITA PROGRAMADA
Diego Prieto, titular del INAH, reveló el pasado 20 de septiembre, en Teotihuacan, que en un futuro no muy lejano se podría determinar que el acceso a algunas zonas arqueológicas se realice mediante cita, para regular la afluencia. “En algún momento se puede llegar a tomar la decisión en ese sentido, por ejemplo, en Tulum, donde tenemos tal cantidad de gente que ya estamos pensando si ensayamos ese sistema de cita previa para evitar que el aforo excesivo pueda significar un riesgo, no sólo para las estructuras, sino a veces hasta para la misma gente”.
No dudo que muchos visitantes aceptarán la medida para no poner en riesgo el patrimonio arqueológico. Sin embargo, ésta sólo podría fructificar con el público extranjero, debido a que siempre se podrá argumentar que dicho mecanismo afecta los derechos culturales de los mexicanos establecidos en la ley, que todos conocen y que nadie respeta.
