Apocalipsis
¿Será que en 2023 estará restaurado el Templo de Jesús Nazareno, con todo y mural de Orozco, o deberemos esperar más?
No se trata de encender las sirenas de alarma, pero ya empieza a preocupar el profuso deterioro que hoy luce el Templo de Jesús Nazareno —República de El Salvador 119, esquina con José María Pino Suárez, a un costado de donde está la réplica del biombo Entrevista de Cortés y Moctezuma, de Juan Correa—, debido a los sismos de 2017 y otros más recientes que han propiciado la aparición de numerosas grietas y puntos de filtración en su bóveda y sus muros.
El inmueble no es una joya más del Centro Histórico de la CDMX, sino un peculiar epicentro de la historia, el arte y la arquitectura. No sólo es el segundo templo que fundó Hernán Cortés, en 1524, sino que también resguarda sus restos y los del historiador Lucas Alamán; así como el mural Apocalipsis, de José Clemente Orozco, una pieza llena de fuerza que merece una prolongada observación ante la incomodidad del capellán y los encargados del templo, quienes exigen liberar el paso y no tomar fotografías.
Dicho mural, describió la crítica de arte Raquel Tibol (1923-2015) en la revista Proceso (01/03/2012), nació de una trama intrigante que invoca a personajes como Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho, y a la Sociedad de Estudios Cortesianos, quienes definieron la comisión del fresco en ese templo, para lo cual el artista se inspiró en el libro de San Juan, mezclando “sarcasmo, angustia, irritación; lo angélico y lo demoníaco, la guerra y la ramera apocalíptica”.
En su ensayo, Tibol nos dice que Orozco inició la obra en agosto de 1942, aunque debido a otros compromisos interrumpió los trabajos en 1944 y nunca la concluyó. Sin embargo, la pieza mereció una cuidada y minuciosa descripción de la crítica de arte. Aquí un fragmento: “En la bóveda próxima al coro, montada en una bestia blanca que galopa erizada de púas, con su manto por los aires, emerge concupiscente la ramera apocalíptica, que riendo cínicamente levanta una copa para brindar por los martirios y las fornicaciones. Muerte, desgracias, plagas, sufrimientos, horrores. La humanidad de este tiempo ha sido humillada, destrozada, mutilada”.
Tengo entendido que, desde 2019, el Cencropam ya contaba con la propuesta de intervención del mural de Orozco, una vez que la Secretaría de Cultura federal, a través de Sitios y Monumentos o del INAH, concluyera los trabajos de estabilización del inmueble, como reportó la periodista Reyna Paz (La Crónica de Hoy, 18/07/2019). Sin embargo, el edificio sigue a la deriva y cada día está más deteriorado, pese a ser un inmueble del siglo XVI, declarado monumento artístico en 1931 y considerado Patrimonio Mundial por la Unesco desde 1987. La pregunta es simple: ¿será que en 2023 estará restaurado el Templo de Jesús Nazareno, con todo y mural de Orozco, o deberemos esperar más?
¿DISCULPE USTED?
El director de orquesta Carlos Miguel Prieto –galardonado con la Medalla Bellas Artes como reconocimiento a sus 15 años de trayectoria al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional, que marcó su despedida del cargo, el pasado 25 de junio– cometió una bochornosa pifia el 7 de septiembre durante su actuación al frente de la Sinfónica de Minería en la Sala Nezahualcóyotl, de la UNAM.
Casi al final del programa, Prieto comenzó a dirigir Mariachitlán, del compositor mexicano Juan Pablo Contreras, que completó un repertorio con obras de Revueltas, Chávez, Castellanos y Moncayo. Sin embargo, casi a la mitad de la pieza, la orquesta perdió el tempo y la coordinación, ante lo cual el músico debió detener la ejecución y ofrecer disculpas. “Perdón, perdón, yo fui el culpable”, dijo antes de cubrirse el rostro con un sombrero de mariachi. En momentos así, creo que, a veces, lo importante no es sólo saber cuándo cerrar ciclos, sino comprender cuándo guardar la batuta y abandonar el podio.
