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Los 45 días y la corta agonía de la diplomacia mexicana

José Luis Valdés Ugalde

José Luis Valdés Ugalde

En días pasados, Mike Pompeo, secretario de Estado de Donald Trump, pasó por México a recibir el parte del dúo pro Trump, AMLO-Ebrard, sobre el complejo proceso de contención y expulsión de la indeseada migración centroamericana a Estados Unidos que pasa por México. Se habían cumplido los 45 días de prueba que Trump le impuso al gobierno federal, los cuales muy bien se pueden convertir en 17 meses. En efecto, serán largos meses de campaña electoral en Estados Unidos. Serán, también, meses de certificación continua, en la medida en que a Trump se le antoje para apuntalar su campaña electoral. Al igual que en 2016, Enrique Peña Nieto le dio alas al trumpismo para llegar al poder, en esta ocasión, AMLO le podría facilitar la reelección a Trump, toda vez que la cuestión mexicana será reciclada por el magnate a conveniencia y México quedará así expuesto durante la contienda, como un factor detonante para ganar votos de los sectores que en Estados Unidos coinciden en que México y los mexicanos somos un peligro para la seguridad estadunidense. Ése puede ser el alto costo de la concesión que AMLO le hizo al trumpismo. México se convierte de nuevo en sujeto de certificación migratoria sin recibir ningún tipo de incentivos a cambio. Nomás por el placer de ser, estimado lector, parecen así decirnos desde Palacio y Cancillería. Sorprende que el mal llamado gobierno de izquierda se incline de esta manera al Coloso del Norte y, de paso, someta a todos los mexicanos a las humillaciones de Trump. ¿Quién les pidió que realizaran tal atrocidad? ¿Y qué entienden por soberanía y decencia nacional el Presidente y su canciller? Sería bueno que nos lo informaran.

Mario Ojeda sostenía que México solía brindar su cooperación a Washington en todo aquello que siendo fundamental o aun importante para Estados Unidos, no lo era para México. Sólo que aquí, el gobierno se voló la barda y claudicó en asumir una política migratoria propia y soberana. En lenguaje coloquial se diría: “entregó la plaza” a Trump y Pompeo. Cedió en algo fundamental y que es vital para el interés nacional: definir el tránsito por el país de la población migrante y precisar los términos de defensa de su seguridad fronteriza. Se convierta o no formalmente en tercer país seguro (cosa que en los hechos ya ocurre), esto es un precedente grave que sentará jurisprudencia y restará autoridad, respetabilidad y autonomía a México en la relación bilateral, e incluso en las relaciones con el mundo, dado que ya se empieza a ver a México como un gran entreguista frente al Washington del más detestable presidente de la historia moderna.

Cabe preguntarse si el giro pro-gringo de López Obrador y Ebrard, su entrega palmaria al trumpismo y su manifiesta incapacidad para entender lo que esto implica y significa para la República (con mayúsculas), ¿es sólo una triquiñuela del canciller para lograr saltar al ruedo de las tribus morenistas y convertirse, así, en la estrella abyecta de la sucesión (si es que habrá alguna, desde luego), o es simplemente un vulgar y grave error estratégico que bien puede llevarse de corbata nuestra precaria autonomía relativa frente a Washington? En todo caso, la política frente a Donald Trump, también se convertirá, si así lo permite el diferendo entre los moderados y radicales de Morena (los bolivarianos), instalado en el corazón para-juarista de Palacio, en un diferendo nodal que confirme o modifique nuestra lamentable política interméstica, hoy sacrificada por la política autocrática que domina la diplomacia en ambos lados de la frontera: nunca habíamos tenido dos presidentes, aunque con orígenes distintos, de estilos tan similares y con visiones tan cerradas frente al sistema internacional.

La táctica de Trump, de los “45 días” es, en realidad, una nueva medida antimexicana; muy similar a la cancelación del acuerdo nuclear con Irán, la falaz negociación nuclear con Kim Jong-un, la más reciente confrontación con China y lo que se atraviese en el camino, que le pueda favorecer en lo que será una frenética agenda electoral. De tal forma que México será moneda de cambio latente de Trump en su juego hacia la reelección.
Las artimañas contra México se fortalecerán. Y nuestro bienestar nacional y fronterizo sólo dependerá de nuestro buen comportamiento como guardianes militarizados de la nueva frontera estadunidense, desde el río Bravo hasta el Suchiate.

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