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La seriedad como alta política

José Elías Romero Apis

José Elías Romero Apis

La seriedad es la única alta política. Mucho les reconozco a AMLO y a MEC. Después de medio año, rectificaron lo mal hecho en la migración, lo cual nos había exhibido como malos amigos ante nuestro principal socio comercial, turístico, financiero, laboral, tecnológico, político, diplomático, cultural, migratorio, militar, policial y vecinal.

No es un desdoro hacer lo que debemos hacer. Consentir que los demás tenían razón y que nosotros no la teníamos. Aceptar las buenas razones del otro es una de las 27 reglas de la alta política de la seriedad.

Pero la eterna dicotomía entre realpolitik y política-ficción nos hace preguntas inquietantes. ¿De verdad a Trump le preocupan los migrantes? ¡Claro que no! Le molestó la audacia mexicana de sentirnos dueños de nuestra casa. No le preocuparon los migrantes, sino los desplantes. Y, del otro lado, ¿de verdad México va a cumplir en 45 días con un operativo complicado, costoso y novedoso? Si en ese lapso no resolverían ni los baches, ¿podría resolver las fronteras? Y, entonces, ¿quién ganó? ¿El que gritó o el que mintió?

La seriedad es indispensable en todo político profesional y en toda política de gobierno. Que sean de-a-de-veras y no de-a-mentiras. Que su palabra tenga un valor de escritura notarial y no de papel de baño. Que sus decisiones y sus acciones sean de las que calan o cortan y no de las que nada más raspan o machucan.

Recurro a algunos ejemplos latinoamericanos. Chile ha progresado y prosperado porque, durante muchas décadas, ha tenido políticos serios. Fueron serios sus dictadores y sus demócratas. Por razones nacionales, ideológicas y generacionales, me repugna Augusto Pinochet. Pero tengo que reconocer que impuso una dictadura seria y no una de kermesse. Nada comparable con Videla, con Batista o con Somoza.

En otro formato, Salvador Allende fue un socialista serio. No estuvo en el tiempo ni en el país idóneos. En los años 70, pudo haber sido un buen presidente socialista en Italia o en México, pero no en Chile, que nunca será socialista. Pero, sin duda, fue un socialista mucho más serio que Evo Morales, que Ollanta Humala, que Hugo Chávez o que Nicolás Maduro.

Y los demócratas chilenos también fueron serios. Alessandri, Frei, Bachelet y Lagos ejercieron un gobierno democrático más serio que el de Menem, Kirchner o Alan García. César Gaviria fue muy serio en Colombia. Rodrigo Borja fue muy serio en Ecuador. Y Miguel de la Madrid fue muy serio en México. 

Por cierto, aquí también tuvimos un dictador muy serio, que fue Porfirio Díaz. No entregó nada que fuera indebido. No canceló ninguna prerrogativa de la Reforma. No devolvió ni un solo metro de la desamortización eclesiástica. Fueron 30 años de una dictadura verdadera. Fue un dictadorzazo no un dictadorzuelo.

La política seria no compra casas en Miami, como ha sucedido, pero tampoco construye castillos en el aire, como también ha sucedido. Los dos ya nos han costado mucho y no sabemos si podremos pagarlos. El metro de mansión en la playa es carísimo, pero nos ha resultado más caro el metro de castillo en el aire. Nos ha resultado mucho más costoso un ingenuo que un ratero.

En un tema más burocrático, lo diré muy claro con un solo dato. En México, el crimen ha medrado porque es una organización seria, mientras que la seguridad ha fracasado porque no ha sido seria. Un político estadunidense decía que la mafia era muy seria, aunque vistiera muy estrafalaria. Y que la policía no siempre era seria, aunque vistiera muy uniformada. En el lado de los gángsters, el que no cumple se muere o desaparece. En el lado de los gobernantes, el que no cumple se burla o se ríe.

Aclaro que no me gusta la dictadura ni el comunismo ni la represión. Soy de la juventud del 68 y me gusta la libertad, la tolerancia y la paz. Pero, por ser de esa generación, me gusta la seriedad. Aprendí, muy bruscamente y muy dolorosamente, que la política es una bebida muy fuerte y que es algo demasiado serio. Vi cómo los que perdieron, se murieron y vi cómo los que ganaron, se destruyeron.

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