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Y otra vez Aguililla

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Toda realidad ignorada prepara su venganza, dice Ortega y Gasset en La rebelión de las masas. Ese castigado poblado michoacano volvió a romper su normalidad, su cuartel militar volvió a ser atacado por pobladores ligados a Pueblos Unidos (que a su vez son movilizados por Cárteles Unidos) que protestaban por los cortes de energía provocados tanto por Cárteles Unidos como por los sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación y por los nuevos bloqueos en la carretera, el único camino de salida real hacia Apatzingán.

Cuando estuvimos en Aguililla hace dos semanas dijimos que lo que se estaba viviendo en esa región era una suerte de guerra de posiciones con tres actores: el CJNG, los Cárteles Unidos y las fuerzas militares. Se habla de una guerra de posiciones cuando en un conflicto armado los participantes buscan ir ganando al enemigo posiciones estratégicas, una tras otra, hasta obtener la victoria en el conflicto. Es también una guerra lenta, que inmoviliza y lleva al inevitable desgaste de todos los involucrados.

Esa guerra comenzó hace meses, cuando Nemesio Osegura, El Mencho, líder del CJNG, decidió que tenía que recuperar esa comunidad, entrada a la Tierra Caliente michoacana. De Aguililla, donde nació, había salido, muchos años atrás, siendo un operador del Cártel del Milenio. Nadie pensó entonces que se terminaría convirtiendo en la cabeza de una de las dos principales organizaciones criminales del país, el CJNG. El Mencho, que está enfermo, decidió que quería acabar sus días en su tierra. Desde entonces, por razones operativas, pero además por esa decisión personal, el CJNG decidió tomar Aguililla.

Ese municipio, contamos durante la visita, estaba controlado por los grupos de autodefensa que, incluso, estuvieron en el pasado enfrentados entre sí, como la Familia y los Viagras, pero tenían un paraguas protector de autoridades de distinto nivel y garantizaban un cierto orden. Cuando el CJNG comenzó a incursionar en la zona, cuatro de esos grupos se unificaron en los Cárteles Unidos, que indirecta o directamente tiene apoyo del Cártel del Pacífico.

La lucha se concentró en Aguililla. Controlando la carretera que conecta con Apatzingán, y la comunidad de El Aguaje, que la cruza, se somete toda la zona. El Aguaje está controlado por el CJNG. Allí, la semana pasada, fue colocado un retén de este grupo que impide el tránsito, la entrada y salida de Aguililla.

Todo esto encontró a Aguililla indefensa. Hasta hace poco había dos policías municipales, todos los demás habían abandonado su posición. Lo mismo hizo, desde hace meses, la policía estatal. Cuando comenzó el enfrentamiento más serio, el cuartel militar tenía 30 elementos (ahora tiene 300) y era acosado por los dos grupos criminales.

La gente comenzó a irse porque no se podía movilizar, no se podía trabajar o comerciar y los cárteles, los dos, comenzaron a extorsionar a los pobladores: podían irse, pero tenían que dejar todo. Lo mismo sucedió con los productores agrícolas o mineros. El año pasado, de las cien mil hectáreas de la zona, sólo se sembraron unas 40 mil, que en la mayoría de los casos se perdió porque no se pudo sacar a tiempo o porque no hubo quién las trabajara; para 2021 esa situación será más dramática porque simplemente no se sembró.

Cuando fuimos a Aguililla, el Ejército mexicano había comenzado hacía apenas un mes el intento de recuperación del municipio. El planteamiento era sencillo: primero, recuperar la cabecera municipal y las principales comunidades e ir abriendo los caminos para que la gente pudiera transitar y así reactivar la economía local. En esas semanas se había podido lograr que comenzaran a regresar familias y reiniciaran las actividades comerciales y poco a poco las productivas. Ya en los comercios del centro de Aguililla existía un aprovisionamiento normal de productos. Se vacunó a toda la población adulta, lo que permitiría reanudar clases. También se ha logrado restablecer el sistema eléctrico, que había sido interrumpido por los grupos criminales.

Pero esa cierta normalidad que se estaba recuperando no le gustó a ninguno de los grupos criminales que se disputan la plaza. Quieren normalidad con el aniquilamiento de sus enemigos, sin comprender que al final, con esa lógica, la única normalidad posible es dejarlos sin capacidad operativa a ellos, a ambos.

Y eso quizás es lo que le falta a la estrategia implementada en Aguililla. No se puede sólo contener a grupos criminales que no quieren ser contenidos. Es cuando esa realidad de la que hablaba Ortega y Gasset toma venganza.

Cuando recorría Aguililla recordaba lo que había visto hace muchos años en Colombia. Era un contexto diferente, pero me decían entonces los mandos de seguridad colombianos que, para ellos, lo principal era permitir que la gente, aunque fuera con dificultades, pudiera transitar, salir de sus comunidades y ciudades sin ser secuestrados, extorsionados o asesinados. Los grupos criminales debían ser obligados o disuadidos, a abrir esas vías y desocupar los principales centros de población.

En Colombia para lograrlo generaron un esquema de contención, pero a cada acción criminal respondieron con una reacción de las autoridades. Así se rompió el círculo vicioso, la inútil guerra de posiciones.

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