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Sucesión: cuando la realidad supera la ficción

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

 

No sé si la vida se parece cada día más a la ficción o si ésta ha sido superada ya por la realidad. Pocas series de televisión han sido más disfrutables en los últimos años que Succession, una producción sobre una familia estadunidense ficticia, dueña de un conglomerado internacional de medios, rica y poderosa, en la que sus integrantes no sólo buscan dirigir y controlar el negocio una vez que el patriarca, llamado Logan Roy, no esté, o antes incluso, sino también ejercer desde esas posiciones su visiones del poder, ignorando el plan de sucesión establecido que, como muchas veces sucede, es, simplemente, una fachada para que el patriarca siga ejerciéndolo.

Lo que estamos viviendo en estos días me recuerda esa magnífica serie, aunque en una versión tropicalizada. Y en pocos lugares eso se ejemplifica mejor que en las cámaras de senadores y diputados. El presidente López Obrador ha adelantado los tiempos sucesorios y dentro de un año ya tendremos, dijo el propio Presidente, para estas fechas candidato o candidata. Pero como el Logan Roy de la serie, no quiere tener simplemente un sucesor o sucesora, quiere controlar el proceso y muchas veces pareciera que, dejando o no el cargo, quiere controlar también el futuro. En el proceso de sucesión, los hijos, en este caso los virtuales precandidatos, hacen toda serie de contorsiones para adaptarse a las exigencias del libreto establecido por el patriarca, pero tampoco pueden ocultar que hay cosas que harían diferente: las legítimas ambiciones se suelen entremezclar con las reglas estrictas del ejercicio del poder.

En la Cámara de Diputados se juegan muchas cosas, desde los liderazgos internos hasta las luchas sucesorias en los estados. El enfrentamiento entre el gobernador de Puebla, Miguel Barbosa y el líder de los diputados de Morena, Ignacio Mier, por el destape anticipado de éste en medio de un fuerte enfrentamiento con Barbosa, con el senador Alejandro Armenta y otros personajes del estado, todo sazonado con recíprocas denuncias penales, es la mejor demostración de ello.

En el Senado, las cosas eran un poco más sutiles, pero ya no. Allí existe un factor diferente al de Diputados, que pasa por el liderazgo de Morena en la Cámara alta que es, aún, de Ricardo Monreal, otro aspirante para el 2024 que no es tomado en cuenta por el presidente López Obrador. Pero Monreal juega sus cartas y tiene apoyo entre varios de los senadores, y si se quieren reformas constitucionales tienen que pasar por ahí. La bancada de Morena también está dividida. Tres aspiran a convertirse hoy mismo en presidentes de la Cámara: José Narro Céspedes, muy enfrentado con Monreal y con mejores relaciones con grupos más duros de Morena (y perseguido por el tema de los dos marinos desparecidos, pero esa es otra historia); Higinio Martínez, que siendo jefe de uno de los grupos internos más poderosos de Morena en el Estado de México, vio cómo era desplazado por una de sus supuestas subordinadas, Delfina Gómez, en la candidatura de esa entidad y quiere el Senado como una suerte de premio de consolación; y Alejandro Armenta, un poblano enfrentado, como decíamos, con su primo, el diputado Mier por la futura gubernatura de la entidad (que también se juega en 2024) y que representa, además, al grupo de senadores cercanos a Monreal. También quiere Gabriel García Hernández, pero dicen que sus posibilidades son menores.

Por lo pronto, a la plenaria de senadores no fueron los integrantes del gabinete de seguridad, aunque se debate en la Cámara alta la adhesión de la Guardia Nacional a la Defensa, un tema en el que Monreal y un grupo de senadores difieren en un aspecto central: opinan que la GN está, por la letra constitucional, obligada a ser civil y si se quiere incorporar a la GN a la Defensa, se debe realizar una reforma constitucional para la que hoy el Ejecutivo federal no tiene los votos suficientes en ninguna de las dos cámaras.

Por eso, el presidente López Obrador enviará como iniciativa preferente a Diputados una iniciativa de ley para realizar ese cambio sin recurrir a una modificación de la carta magna, de forma tal que no se requiera el voto calificado, de dos terceras partes de los legisladores, sino una mayoría simple. En el Senado, Monreal sigue insistiendo que se necesita una reforma constitucional y no se puede enviar una iniciativa preferente con ese tema. La elección de la presidencia del Senado tendrá a la sucesión y a la Guardia Nacional en particular en su horizonte.

El hecho es que ni Adán Augusto López ni Claudia Sheinbaum ni el secretario de la Defensa fueron a esa plenaria de senadores a la que sí se sumó Marcelo Ebrard. Y mientras tanto, los ecos del informe Ayotzinapa siguen agitando las aguas, tanto fuera como dentro del gobierno federal e intervienen en el proceso de sucesión. Mientras tanto, nuestro Logan Ray de Palacio, como aquel de la serie, mueve sus fichas, mismas que, muchas veces, terminan adquiriendo su propia dinámica.

 

GUARDIA NACIONAL

La encuesta publicada ayer por Buendía y asociados, en la cual el 80 por ciento de la población prefiere una mayor intervención militar en temas de seguridad, es uno de los factores que no se podrán ignorar en el deba­te sobre el futuro de la Guardia Nacional. El tema constitucional es, como decíamos, controvertido, pero de lo que no cabe duda es que la gente conserva, a pesar de campañas como la del caso Ayotzinapa, su confianza en las fuerzas militares y las quiere ver mucho más involucradas en temas de seguridad. Y ése es un factor que, estoy convencido, tendrá mucho peso a la hora de votar sobre el futuro de la GN en el Congreso.

 

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